Primer puerto de la Mar del Sur

Sostenía una escuela del viejo periodismo, hoy largamente superada, que solo las malas noticias eran buenas noticias. Debido a esa distorsión, poco se editorializaba sobre acontecimientos positivos realmente tales. Por el contrario, y buscando superar el pesimismo por tantas “buenas” malas noticias, incluso se forzó la reseña de lo positivo, inventándolo.

El presente preámbulo autocrítico quiere explicar, robustecer y transmitir a los ciudadanos ecuatorianos la enorme complacencia brindada por un gran suceso, digno de ser debidamente destacado. En efecto, Guayaquil acaba de dar un paso de gigantes en su permanente afán de progreso, haciendo renacer, con el esfuerzo de sus hijos, su antigua condición de primer puerto de la Mar del Sur.

Luego de superar las vicisitudes que las obras de gran aliento casi siempre sufren en el Ecuador, acaba de iniciarse la construcción de un anhelado proyecto que la estulticia, agravada por la corrupción, mantuvo detenido por largos años: el puerto de Posorja. Sin duda, han sido juntas, la tenacidad del alcalde del cantón, el empuje de su empresariado, con el apoyo decidido del presidente de la República, que entendió la importancia de dotar de un puerto como el que dentro de dos años se incorporará a la actividad productiva, lo que ha hecho factible que ello ocurra. El propósito impulsado en común debe ser relievado como ejemplo de lo que la unidad hace posible. Por supuesto, en razón de las críticas en contrario, motivadas por la multiplicidad de intereses propios de inversiones de gran volumen y para desvirtuarlas, el nuevo puerto ha garantizado totalmente el cumplimiento de los requerimientos técnicos indispensables. Para certeza de su óptima funcionalidad, la compañía a cargo de la ejecución de la obra es de las mejor calificadas en el mundo.

Tal cual se señaló al principio del presente editorial, Guayaquil y su región han dado inicio a la consolidación de un nuevo ciclo de su vida económica, que ratifica su vocación histórica por el comercio y la navegación, al tiempo que su voluntad de mantener su condición de motor del desarrollo del país, factor clave para una nación próspera, libre y soberana. La ciudad vuelve a gritar en el océano Pacífico: Guayaquil por la patria.