Prepotencia belica

La prepotencia bélica de que hace gala siempre EE. UU. al saberse el país con mayor poderío militar del mundo parece que lo lleva a considerarse el contralor de la “democracia” en Occidente, poder que comparte con otras potencias, especialmente cuando “interviene” militarmente en otra región o continente como Oriente Medio o Asia, contra países que, para su óptica, han caído en “dictadura” o “ejercicio abusivo del poder”. Aunque por ahora su accionar se ha reducido a las usuales demostraciones de su poderío militar naval y aéreo en operaciones conjuntas con países amigos o aliados, como las que hizo hace poco junto a Corea del Sur en evidente dedicatoria a Kim Jong-un de Corea del Norte, el Gobierno de Trump le advirtió que debía suspender las pruebas de misiles que programaba lanzar en cercanía de la isla de Guam, donde se ubica una base militar norteamericana, mientras que el secretario de Defensa estadounidense, Jim Mattis, instó a Corea del Norte a “renunciar” al desarrollo de armas nucleares y dejar de fomentar acciones que llevarían “al fin de su régimen y a la destrucción de su pueblo”, retórica belicista que toca los extremos de la estupidez o el genocidio. Frente a las sanciones económicas impuestas desde la semana anterior al régimen de Pyonyang por el Consejo de Seguridad de la ONU para frenar sus ambiciones nucleares -lo que privaría al país de un tercio de sus ingresos de divisas por exportaciones, $ 1.000 millones anuales-, Corea del Norte ha dicho que son un “odioso complot de Washington para aislar y sofocar” al régimen, alegando que constituyen una “violación de nuestra soberanía”. Además, resulta aberrante la imposición de sanciones económicas onerosas contra países en desarrollo, predominio deshumanizado del capital y las tesis económicas neoliberales en el seno de organismos internacionales que debieran estar regidos por otros valores: la solidaridad con los países menos favorecidos en lo básico. La necesidad de acceder a armamento nuclear de Corea del Norte es para proteger y “disuadir” una agresión nuclear. ¿Por qué tendría que ser privilegio de un clan exclusivo, cuyo monopolio lo vuelve por ello terriblemente más peligroso? Quizá llegó ya la hora de pensar de otro modo ante la prepotencia y amenazas imperiales.