Peligro: tontos a la vista

“En la vida no hay nada peor que un tonto motivado. Si no tiene ni idea y se motiva, hunde la empresa...”. Emilio Duró, famoso pedagogo español, lo tiene claro: es muy peligroso que alguien con mucho entusiasmo y poco seso proponga algo de gran alcance. ¿No es eso lo que ha pasado con quienes plantean subir la edad de jubilación en Ecuador?

Ellos sostienen que la expectativa de vida ahora es de 80 años (hombres) y 83 (mujeres) y que eso justificaría subir la edad mínima de jubilación a 65. Falso: según la Organización Mundial de la Salud, nuestra expectativa es de 76 años. No solo ahí se desbarata la propuesta: subir el número de aportaciones reduciría drásticamente el de posibles jubilados en un país con graves problemas para crear trabajo. Si ya es difícil para alguien de 40 o 45 años competir en un precario mercado laboral, ¿cómo podemos pedirle a quienes bordeen los 60 que mantengan o consigan una plaza?

Hace pocos días el INEC informó que solo en el último año más de 250 mil personas perdieron el llamado “empleo pleno”, es decir, trabajar 40 horas a la semana y ganar por lo menos el sueldo básico. Ahora, ese cuarto de millón no tiene ni eso. También dijo que apenas el 29 % de trabajadores está afiliado al Seguro Social. ¿Y el resto?

Modificar esas tristísimas cifras debería ser tarea inaplazable del Estado y sus gobernantes. Antes de subir la edad de jubilación lo que deben lograr es que más ecuatorianos ¡tengan la posibilidad de jubilarse! Y no la tendrán si cada vez poseen menos chances de trabajo o de acceder al seguro social.

Primero que se ocupen de volver eficiente una entidad en la que sus afiliados se enferman y los citan 4 o 5 meses más tarde para atenderlos. Y no usarla como caja de resguardo para tapar baches fiscales. Y pagarle todas las aportaciones de empleados estatales. Y conseguir que ese 58 % que trabaja y no aporta, al fin lo haga. Y entender que el dinero del IESS solo tiene un dueño: el afiliado.

Que empiecen por ahí. De lo contrario a quienes hay que jubilar, y pronto, es a los autores de la iniciativa, porque son lo que ya sabemos: un auténtico peligro.

`... apenas el 29 % de trabajadores está afiliado al Seguro Social. ¿Y el resto?...’.