Oximoron

Un oxímoron es una figura retórica que combina en una misma estructura sintáctica “...dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido” (Diccionario de la RAE). Así se constituyen formas literarias en las que a una palabra se añade un epíteto que la contradice, como silencio ensordecedor, dulce amargura o calma tensa. Así, por ejemplo, San Juan de la Cruz escribía sobre la música callada o la soledad sonora, Francisco de Quevedo se refería al hielo abrasador, Charles Baudelaire a los placeres espantosos o Luis de Góngora a la gentil descortesía.

Por definición la política se refiere a la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos y a su sometimiento ante la ley. Los políticos, por su parte, actúan en nombre de los ciudadanos con el fin de alcanzar objetivos de bienestar (la única ley suprema según Cicerón) y, evidentemente, deben ser los primeros en someterse a las leyes, dictadas por ellos mismos. En la política y en los políticos debería primar (por esencia) la honestidad, la honradez, el cumplimiento de la ley y la vocación de servicio en pro de alcanzar el bien común.

De ese modo, hablar de políticos honestos o de políticos honrados sería, entonces, una redundancia. Sin embargo, la realidad es otra. Los políticos, decía Jorge Luis Borges, “...han contraído el hábito de mentir, el hábito de sonreír, el hábito de sobornar, el hábito de quedar bien con todo el mundo, el hábito de la popularidad” y han convertido a la política en el medio a través del cual alcanzan sus objetivos particulares y de bienestar (y riqueza) personal.

Las denuncias de corrupción que leemos a diario y que llegan hasta las más altas esferas del poder, ya ni siquiera son rebatidas por el funcionario denunciado; es suficiente con descalificar al denunciante o, lo más común, declararse perseguido político. Es la práctica del “y tú más”. Siempre el otro tendrá algo peor que ocultar.

El oxímoron “político corrupto”, por tanto, sobrepasa la idea de figura retórica o literaria y pasa a convertirse en una triste, frecuente y cotidiana realidad.