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Que ocurre con el velerismo nacional

Cincuenta y seis equipos de 12 países que practican velerismo cumplieron recientemente una jornada memorable durante el campeonato mundial de la clase Lightning que se realizó en nuestro país.

La hermosa competencia se corrió en la apacible rada de Salinas, donde los ecuatorianos mostraron ser notables anfitriones. El accidente que ocurrió durante el tercer día de competencias entre embarcaciones nacionales no empañó en nada esta fiesta majestuosa con temperaturas que bordearon los 18 grados y vientos con más de 10 nudos promedio.

No cabe duda de que la navegación a vela es hoy una estupenda actividad deportiva y recreativa, que se enmarca también dentro del plano social. Desde las regatas más variadas y la imagen de barcos veloces surcando las aguas del mundo, es algo considerado normal. Sin embargo, es importante revisar que la mayor preferencia por la energía eólica como fuerza impulsadora de las naves, obedece a la búsqueda por regresar a sus orígenes como fuera posible, aunque es muy escaso lo que se sabe del primer encuentro del hombre con el mar.

Al igual que en su nacimiento, el conocimiento y desarrollo de la navegación nunca ha sido exclusiva de un pueblo o civilización, pues cada región del mundo se dedicó a evolucionar sus embarcaciones por sus propias necesidades y según la finalidad que se les diera en las aguas por donde tenían que moverse. Es por eso que todos los barcos movidos por velas, del tamaño que sean, llevan implícito cierto encanto.

En nuestro país tuvimos una época casi mágica cuando las dos primeras naves de la clase Optimist fabricadas en España llegaron a Ecuador en 1984. Estas fueron adquiridas por padres veleristas de la clase Lightning. Más tarde, en el seno del Salinas Yacht Club, se formó la primera flotilla con barcos españoles y otros 10 cascos Vanguard importados de Estados Unidos. Y sobre este modelo es que comienzan a fabricarse los primeros Optimist en Ecuador. Luego de cierto tiempo es el propio Yacht Club de Salinas el que inaugura la primera escuela de Optimist, encargando la fabricación de sus botes a los artesanos ecuatorianos. También contrataron al entrenador argentino Alejandro Closs, quien de manera paciente descubrió a los primeros talentos veleristas, para luego en compañía de su compatriota Amneris Calle, con quien está casado ahora, dejar sembrada la mejor semilla que se conoce desde que se implantó el Optimist en nuestro país.

Los argentinos que acabaron de ganar el Mundial de Lightning en Salinas conocen de sobra que los ecuatorianos parecemos en cualquier momento unos cirios encendidos, pero también saben que nos apagamos en cualquier momento.