Un nuevo pais

La forma de conducir las aguas que limpian el desastre causado por los 11 días de paralizaciones, puede llevarnos a un mejor Ecuador... o uno peor. Todo dependerá del manejo que empleemos, de las lecciones que aprendamos, de los correctivos que tomemos. Y sobre todo, del descubrimiento de la realidad y ficción de ese ventarrón de violencia y vandalismo que se colgó de los grupos que exigían reivindicaciones sociales.

Las perspectivas con las que se miran las consecuencias del largo y violento paro, se contrastan de muchas maneras; unos creen que los grupos indígenas ganaron, otros que fue el Gobierno. Hay quienes ven a todos perdedores, incluyendo a los que no estaban ni en un bando ni en otro, donde se ubica quizás la llamada ‘clase sánduche’: ni en el poder ni en la pobreza, trabajadora por excelencia, distante de los gobernantes, pero también de las minorías.

No puedo imaginar cómo las fincas florícolas de la Sierra centro han reiniciado operaciones; cómo serán los niveles de desconfianza entre compañeros, entre jefes y obreros, entre vecinos que apoyaban las paralizaciones y los que se lamentaban por ellas. Cómo será el ambiente en las distintas instalaciones petroleras que fueron atacadas y, en el mejor de los casos, obligadas a suspender operaciones. ¿Y la nueva realidad de la fuerza militar? No hay que pensarlo mucho: Tiene una nueva cúpula, un nuevo mando y anuncios inquietantes sobre el futuro de su accionar, si vuelven los desmanes.

Los cambios también son evidentes dentro del propio movimiento indígena, que hasta antes de las paralizaciones de octubre se había mostrado unido, orgánico, respetuoso de las diferencias no exhibidas entre sus líderes. Ahora, aunque intentan sostenerse entre ellos, hay voces a las que se escucha en tono distinto, como la de Cléver Jiménez por ejemplo, incluso la de Lourdes Tibán...

A esto se suma la situación de decenas de policías, unos 100 al menos, a quienes les cuesta recuperarse de la humillación vivida por las retenciones y secuestros de que fueron víctimas, mientras organismos internacionales de Derechos Humanos cuestionan su actuación, y en ciertos casos los acusan de represión y abuso.

Quienes apoyan estas reclamaciones están identificados con los gobiernos y grupos de izquierda. No vale la pena repetir las insolencias dichas por Nicolás Maduro, el apoyo de Cristina Fernández a figuras cuestionadas como la asambleísta Gabriela Rivadeneira (refugiada junto con su esposo y otros legisladores y sus cónyuges en la sede diplomática mexicana en Quito) y la prefecta de Pichincha Paola Pabón, encarcelada por acusaciones de instigación y más, vista desde fuera como víctima de la persecución del Gobierno de Lenín Moreno.

Del Carchi al Macará, como dicen los políticos en las tarimas, se intensifica la pregunta de si las paralizaciones que vivimos, violentas y vandálicas con niveles nunca antes vistos, obedecieron a un libreto del Foro de Sao Paulo, el cual supuestamente ha mutado al llamado Grupo de Puebla, que busca una revolución social que cambie las estructuras de los modelos económicos y políticos latinoamericanos.

Para los ajenos a la academia y poco conocedores de estos fenómenos, entre quienes me incluyo, no es fácil entenderlo. ¿Cómo se pretende construir sobre las cenizas? ¿Cómo es posible fomentar la destrucción sin miramientos, con la idea de edificar algo nuevo?

Lo que comprendo y lamento es el sufrimiento de los padres cuyos hijos están tras las rejas, considerando que estos han sido engañados, manipulados y estafados. Son más de 1.300 los detenidos en todo el país durante el paro, que enfrentan cargos que van desde la alteración del orden público, hasta terrorismo. ¿Cuántos eran conscientes de lo que hacían? ¿De las órdenes que obedecían?

Tenemos enfrente un nuevo país. Listo a ser moldeado para ser mejor o peor. No nos equivoquemos. Hay viejas demandas que por ser antiguas no dejan de ser válidas. Hay nuevas generaciones que
nos miran distinto, incapaces de comprender la historia, tal vez porque no supimos enseñarla bien...

¿Divididos?

Los cambios también son evidentes dentro del propio movimiento indígena, que hasta antes de las paralizaciones de octubre se había mostrado unido, orgánico, respetuoso de las diferencias no exhibidas entre sus líderes. Ahora, aunque intentan sostenerse entre ellos, hay voces a las que se escucha en tono distinto, como la de Cléver Jiménez por ejemplo, incluso la de Lourdes Tibán...