Un nuevo gobierno
Dentro de poco concluye el período más largo en la historia del Ecuador bajo el mandato sucesivo de una misma persona. El país espera que lo que va a empezar no solo sea el inicio de un nuevo ejercicio presidencial sino también el de un nuevo gobierno; no únicamente en la manera de ejercerlo sino igualmente por el respeto a las normas que la forma republicana y democrática de hacerlo, impone.
En efecto, siendo el que ahora comienza resultado de la victoria electoral del mismo agrupamiento político del que termina y teniendo claro que sus excesos no fueron el resultado de un apego a una determinada posición doctrinaria, puesto que de manera ostensible obedecían mayormente a razones de temperamento y no a un mandato ideológico, se espera, más todavía en razón de la crisis que afecta al conjunto de la población, una gran unidad que haga posible superar los problemas.
Entonces, se requiere el esfuerzo de todos, bajo la conducción de un mandato realista que, sin abandonar sus prioridades en lo social entienda que si no se equilibra la economía será imposible atenderlas. Para ello es indispensable establecer un clima donde, recuperada la confianza de los inversionistas nacionales y extranjeros, garantizándoles claras y estables reglas del juego y evidenciando un decidido combate a la corrupción, los emprendimientos se produzcan, generando empleo y bienestar.
De momento es alentador conocer los avances del país orientados a promover la innovación. La creación de nuevas zonas de innovación se ha visto con enorme optimismo, dado que sin ellas fortaleciendo la competitividad de nuestra producción, resulta muy difícil penetrar en mercados internacionales altamente sofisticados y competitivos. Y hacerlo, además, es obligatorio si se quiere seguir manteniendo la dolarización, hoy amenazada por diverso género de situaciones respecto de las que hay que despejar dudas, tal cual las derivadas de un posible manejo irresponsable del dinero electrónico o la sospecha de que se quiere volver al sucre.
Por el estilo, es de vital importancia cuando se sostiene que el diálogo orientará las acciones del nuevo presidente, que se restablezca el pleno ejercicio de la libertad de expresión, de modo que los medios de comunicación colectiva puedan cumplir sus deberes con el único límite de cuidar la protección de los intereses del país.