El nuevo efecto Venezuela

Bajo la lupa de una OEA que decidió cumplir con algunos de sus roles tradicionales a partir de la actividad de su nuevo secretario general, Luis Almagro, la región está en espera del informe que sobre la situación en Venezuela presentará esta semana.

Dado el tono utilizado en pronunciamientos previos, es previsible que abandonando el eufemismo tradicional del lenguaje diplomático, entendido muchas veces como melindroso y ambiguo, el documento previsto proponga salidas viables a una situación por demás insostenible.

Ocurre que no es admisible mirar para otro lado o pretender justificar con argumentaciones seudoideológicas un estado de cosas que refleja una enorme ineptitud en el manejo de los otrora abundantes ingresos, derivados de la extraordinaria riqueza en múltiples recursos naturales de que está provisto ese gran país.

Advertido el fenómeno por el talento superior que exhibió en su vida y en su obra Juan Pablo Pérez Alfonso, no deben quedar dudas de que el despilfarro generado por un Estado que podía darse el lujo de un descomunal “sueldo” petrolero debió pagar el precio de que mientras más divisas ingresaban, peor era la situación general del país. A esa condición, definida a grandes rasgos, puesto que no se trata de un hecho determinado en el tiempo sino de un proceso, imposible de conceptualizar por tanto, el padre de la OPEP la bautizó como el ‘efecto Venezuela’.

Ahora, observando permanentemente el devenir de esa hermana república con la que tantos vínculos históricos mantenemos, cabe sugerir que un nuevo ‘efecto Venezuela’ la afecta.

No pretendo, sería una mentira que muy pocos aceptarían, señalar que en los períodos previos no se dieron actos de corrupción. Petróleo y corrupción son dos viejos aliados, desde Gómez y durante Pérez Jiménez. Lo que resulta nuevo es que a lo tradicional se añada el peligroso condimento del narcotráfico, tocando nada menos que, además de a las altas esferas gubernamentales, a determinados miembros de unas Fuerzas Armadas que cuando las conocí eran una institución digna de todo respeto, por su profesionalismo y su amor a las libertades.

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