Extranjero. Tributo a Liu Xiaobo fuera del consulado chino en Sídney, Australia.

El mutismo chino por Liu Xiaobo

Los medios oficiales en el gigante asiático apenas han informado sobre el fallecimiento del premio Nobel de la Paz, el disidente más famoso del país.

Macarena Vidal

EL PAÍS / ESPECIAL PARA EXPRESO

Con un silencio de plomo acogía la China oficial el jueves la noticia de la muerte del premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo, el disidente más famoso del país.

Un sucinto comunicado del Ayuntamiento de Shenyang, la ciudad donde ha muerto Liu férreamente custodiado en un hospital, anunciaba la muerte en 157 ideogramas, que recordaban su condena a once años de cárcel en 2009, pero no hacían mención alguna al premio pacifista. “Tras repetido tratamiento, su enfermedad continuó avanzando, el 10 de julio entró en cuidados intensivos. Este jueves murió de fallo múltiple de órganos, resultando inútil el tratamiento”.

Los medios chinos, fuertemente censurados, apenas se han hecho eco de la noticia. La agencia oficial, Xinhua, se limitaba a recoger en un párrafo la muerte del que fuera un destacado profesor y crítico literario en los años ochenta. Los principales periódicos optaban por destacar las reuniones del gobernador general de Canadá con las autoridades chinas.

Una búsqueda del nombre “Liu Xiaobo” en Weibo, el Twitter del país, arroja solo el resultado habitual de las búsquedas prohibidas: “de acuerdo con las leyes, reglamentos y políticas pertinentes, no se muestran los resultados de la búsqueda ‘Liu Xiaobo’”. También se bloqueaban palabras como “RIP”. En los principales buscadores, el nombre no arrojaba resultados.

Desde que se hizo pública la enfermedad del nobel, hace apenas tres semanas, el Gobierno chino ha insistido en que la salud del disidente era un “asunto interno” en el que el resto de los países y organizaciones internacionales no debían injerir, pese a que tanto el enfermo como su familia habían pedido que se le dejara morir en el extranjero.

En un país donde el Premio Nobel ha sido tabú desde su detención en 2008 por reclamar más democracia, derechos humanos y separación de poderes en el manifiesto Carta 08, y donde muchos jóvenes no han oído hablar del activista, las únicas reacciones y declaraciones de condolencia llegaban o bien por mensajes privados o a través de las redes sociales occidentales censuradas en China, Twitter y Facebook.

“Lo siento, Liu Xiaobo, lo siento. Hicimos lo que pudimos, pero no pudo ser que lograras la libertad en tu vida. Pero prometemos continuar la lucha para lograr la libertad de tu querida Liu Xia (la esposa del premio Nobel y ella misma bajo arresto domiciliario sin cargos desde 2010). Ya no sufres las penas de este mundo, nuestra misión será cumplir lo que deseabas”, ha escrito el disidente Hu Jia, amigo de la familia, en un mensaje en Twitter.

El abogado de derechos humanos Pu Zhiqiang, en libertad condicional por “incitar disturbios”, apuntaba que “Liu Xiaobo ya es libre. Se ha liberado él mismo. Seguiremos su camino”.

El escritor Zhu Wei aludía a la tormenta eléctrica que se desató en Pekín momentos después del anuncio de la muerte, y se preguntaba en Weibo “llueve fuera. ¿Será de tristeza?”. Pocos minutos después, el comentario había desaparecido.

En el exterior, en cambio, se multiplicaban los homenajes al fallecido, desde la Cancillería alemana al Departamento de Estado de EE. UU., y las críticas a un régimen chino que no dejó partir a su prisionero.

“Incluso cuando se agravó la enfermedad de Liu Xiaobo, el Gobierno chino siguió aislándolo a él y a su familia, y le negó la posibilidad de elegir libremente el tratamiento médico”, ha indicado la directora para China de Human Rights Watch, Sophie Richardson. “Aunque el Gobierno chino actúa con una arrogancia, crueldad e insensibilidad estremecedoras, la lucha de Liu por una China democrática donde se respeten los derechos seguirá viva”.

“Hoy lamentamos la muerte de un gigante de los derechos humanos”, ha apuntado por su parte Salil Shetty, secretario general de Amnistía Internacional. “Liu Xiaobo era un hombre de una tremenda inteligencia, principios, ingenio y, sobre todo, humanidad”.

Más tajante fue el Comité Nobel: “Es sumamente preocupante que Liu Xiaobo no fuera trasladado a un centro donde pudiera recibir tratamiento médico adecuado antes de que su enfermedad se hiciera terminal”. En su opinión, “el Gobierno chino asume una grave responsabilidad por su muerte prematura”.