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La arriesgada tarea d (11267486)
Labor. El helicóptero de la Gendarmería Real marroquí EC-145 lleva comida a la aldea de Tizioussen, en la región montañosa del Alto Atlas.María Traspaderne

Llegar por aire a los rincones golpeados por el sismo

Unos 120 viajes diarios se cumplen por helicópteros hacia las montañas del Atlas marroquí, el más afectado por el terremoto

Desde la base aérea de Marrakech, parten a diario helicópteros para llevar víveres a los habitantes de los rincones más inaccesibles del alto Atlas azotados por el seísmo. Es una tarea arriesgada, entre valles de montañas de más de 2.000 metros de altura, donde aparecen diseminadas casas derruidas y es difícil encontrar una zona plana para aterrizar.

Un equipo acompaña, una semana después del seísmo que dejó casi 3.000 muertos en las montañas marroquíes, a los pilotos de la Gendarmería Real y a varias autoridades a visitar la zona.

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Se trata de chequear el avance del realojamiento de los aldeanos y proveerlos de comida, en uno de los 120 viajes diarios que hacen a las montañas los helicópteros de este cuerpo y del Ejército desde diferentes bases próximas. De la de Marrakech hasta las montañas separan 20 minutos en este pequeño helicóptero con seis asientos, cargado de agua y comida para repartir en Aguerd, una aldea enclavada en un angosto valle de carreteras sinuosas.

Tras sobrevolar una presa y llegar al lugar, el aparato hace varias pasadas junto a las empinadas laderas para encontrar un sitio adecuado.

Abajo, las casas enteras y las derruidas se entremezclan con tiendas azules de plástico, en este pueblo donde ya llegó el alojamiento, que según las autoridades cubre las necesidades de un 98 % de la población de Al Haouz. Se han repartido tiendas para los 28 (de 40) municipios de la provincia afectados por el seísmo. En total, dan cobijo a unas 100.000 personas de Al Haouz, que viven ahora bajo techos de plástico, esperando la reconstrucción de sus casas.

Cifra2.946 muertos y 5.674 heridos dejó el sismo, según el último balance oficial que se dio el pasado día 13 de septiembre.

Al escuchar el sonido de los helicópteros los aldeanos, como puntos diminutos de colores, saludan e indican un lugar al fondo del valle, pero la estrechez y el viento impiden el aterrizaje y mueven el aparato de lado a lado. Tras varias pasadas, el coronel desiste:

- Aquí no hay dónde aterrizar.

- Pues anulamos, pasamos al otro punto.

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Por radio, los tres tripulantes se intercambian las coordenadas de un nuevo destino, Tizi Oussen, a unos 20 kilómetros en línea recta cruzando el cauce del río N’Fis.

El otro helicóptero del convoy encuentra un lugar para aterrizar, en una explanada del valle junto al río. En las laderas, decenas de personas siguen atentas la maniobra, algunos graban con sus móviles, otros saludan. “Quédate a esta altitud hasta que el otro helicóptero termine la tarea de reconocimiento para encontrar un lugar donde aterrizar”, comenta el coronel al piloto. “Está bien, es un terreno con un poco de piedra, pero podéis aterrizar”, contesta el piloto del otro aparato.

Para dejar hueco a los aparatos, han tenido que cortar dos postes de electricidad. Una vez abajo, los habitantes de la aldea dudan primero, y luego corren hacia el aparato a coger la carrera. Es peligroso acercarse, les advierten.

En cuestión de cinco minutos, sin apagar los rotores, los gendarmes reparten agua y bolsas con pan y comida, para volver a despegar camino de vuelta a Marrakech, en un viaje en línea recta ya sobre las cimas de las montañas.

Una vez en tierra, Samir Goudar, presidente de la región de Marrakech-Safi, la más afectada por el seísmo, explica que ya se han repartido 19.000 tiendas de campaña en Al Haouz y otras 6.000 en la provincia de Chichaoua. En ellas viven de 4 a 5 personas.

En las dos provincias, hay ahora unas 120.000 personas que han cambiado sus casas, muchas de adobe, por lonas de plástico, en espera de poder volver a tener pronto un techo donde resguardarse de los cinco meses de nieve que caen en las montañas más altas del norte de África.

Tras una “primera fase de dificultad, dolor y tristeza”, Marruecos afronta ahora la reconstrucción de los edificios dañados por el terremoto que dejó casi 3.000 muertos consciente de que el comienzo del invierno se acerca y “dificultará el trabajo en el terreno”, afirmó el portavoz del Gobierno marroquí, Mustafá Baitas.

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Marruecos ha asignado un presupuesto provisional de 120.000 millones de dirhams (casi 11.000 millones de euros) para reconstruir las regiones dañadas por el seísmo del pasado día 8, que beneficiará a 4,2 millones de personas.

Esta reconstrucción, que según los primeros datos afectará a al menos 50.000 edificios dañados, se tiene que hacer, según Baitas, en un corto plazo, pero “no solo con rapidez, sino también con eficacia”.

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