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Bomberos, rescatistas y personal de seguridad trabajan alrededor de un edificio que fue alcanzado por ataques aéreos israelíes en el centro de Teherán, Irán, el 13 de junio de 2025.EFE

Israel-Irán: ¿fin del programa nuclear iraní?

Bautizada como Operation Rising Lion (עַם כְּלָבִי, Am Kelavi, “León que asciende”), la ofensiva marca un punto de quiebre

La reciente operación israelí contra Irán ha marcado un punto de quiebre. No se trató de un ataque simbólico, sino de una acción quirúrgica, con respaldo del Mossad, sobre instalaciones militares y nucleares que —según la IAEA (Organismo Internacional de Energía Atómica)— ya rozaban el umbral armamentista.

El mundo fue testigo de cómo drones y cazas cruzaban el cielo iraní mientras altos mandos militares y científicos morían sin tiempo de reacción.

Bautizada por Israel como Operation Rising Lion (עַם כְּלָבִי, Am Kelavi, “León que asciende”), la ofensiva se lanzó en la madrugada del 13 de junio de 2025. Con más de 200 aeronaves —incluidos F-35— y 330 municiones disparadas sobre cerca de 100 objetivos, la operación combinó poder aéreo con acción encubierta del Mossad.

Redes clandestinas desplegaron drones suicidas y comandos dentro del territorio iraní, deshabilitando sistemas S-300, radares y lanzadores, además de atacar instalaciones nucleares clave en Natanz, Isfahan, Khondab y Khorramabad. Entre los muertos figuran altos mandos como Salami, Bagheri, Hajizadeh y Rashid, junto a al menos seis científicos nucleares. Se estiman unos 90 fallecidos y más de 300 heridos.

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Misiles lanzados desde Irán sobre Jerusalén, este viernes. El ejército israelí ha identificado misiles lanzados desde Irán hacia territorio israelí, como respuesta a los bombardeos israelíes.EFE

Peligro real de una guerra abierta

Pero la chispa no vino del aire, sino del uranio. El 12 de junio, la IAEA sancionó a Irán por enriquecer 400 kg de material al 60 %, apenas un paso técnico del 90 % necesario para un arma nuclear. Teherán, que siempre ha jugado al filo de la ambigüedad, no ha declarado fabricar bombas, pero todo indica que estaba listo para hacerlo si las condiciones lo exigían. Israel simplemente no esperó a que eso ocurriera.

Misiles iraníes pasan por el espacio aéreo de la Franja de Gaza antes de alcanzar objetivos dentro de Israel, el 13 de junio de 2025.

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La respuesta de Irán no se hizo esperar: más de 150 misiles y 100 drones sobre territorio israelí. Aunque la Cúpula de Hierro evitó una catástrofe mayor, la región quedó expuesta al peligro real de una guerra abierta. Y sin embargo, lo más revelador no fue el cruce de fuego, sino el silencio árabe.

Arabia Saudita, Emiratos, Egipto y Jordania —todos países sunitas— no se apresuraron a defender a Irán. Al contrario: aunque condenaron el uso de la fuerza, dejaron claro entre líneas que un Irán nuclear les resulta tan alarmante como a Israel. Nadie en Riad, Doha o El Cairo quiere una teocracia persa con bombas atómicas dictando la agenda del Golfo.

Israel ha enviado un mensaje claro: no permitirá un segundo Pakistán en el vecindario. Y aunque el precio de esta decisión puede ser alto, parece contar —por ahora— con la resignación tácita de sus vecinos sunitas. Medio Oriente, una vez más, gira en torno a la disuasión y el temor, y la sospecha ahora confirmada de que el régimen de los ayatolas va por la creación de la bomba atómica mientras aún les quede infraestructura.

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