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Arribo. Decenas de migrantes llegan al albergue de la Iglesia del Sagrado Corazón, donde reciben alimentos.EFE

Los inmigrantes de Nueva York sufren un choque cultural con la comida

La forma de preparar los alimentos, el primer escollo que los latinoamericanos enfrentan tras apenas acomodarse en la Gran Manzana

Los miles de inmigrantes latinos llegados a Nueva York desde el pasado verano se enfrentan a un sinfín de retos entre los que se encuentra también el alimentario, y no son pocos los que se esconden para cocinar clandestinamente en los albergues platillos que les recuerden a sus propios países. Y aunque están agradecidos con la ayuda que reciben de las autoridades, las quejas de comidas “sin sabor”, “frías”, “con grasa”, “crudas” o hasta “dañadas” son un clamor.

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  • Buscan asilo. Según datos oficiales, los inmigrantes que desde 2022 llegan a la ciudad superan las 47.000 personas. La Coalición del Inmigrante, con más de 200 grupos, ofrece ayuda.

La prohibición de cocinar, por motivos de seguridad, en los albergues y hoteles que les paga la ciudad ha dificultado aún más un problema que se plantea tres veces al día.

Muchos acuden a despensas de iglesias o de diversas ONG para obtener alimentos con los que cocinan en los refugios, asumiendo el riesgo de ser descubiertos, o a veces piden prestada la cocina de amigos o familiares. “Mucha gente cocina en secreto tratando de que la seguridad en los hoteles no se entere. Aveces cocino para mí y mi hijo en una ollita eléctrica”, cuenta una ecuatoriana llegada hace tres meses y que guarda su ollita escondida ante eventuales registros. “La comida fue para mí un choque cultural muy grande”, afirma la mujer, que se aloja en el hotel ROW, en la octava avenida entre las calles 45 y 46 en Manhattan, decomisado por las autoridades para convertirlo en un refugio a solo unos pasos de Times Square.

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Recientemente, el diario sensacionalista New York Post -no precisamente amigo de los inmigrantes- publicó una foto tomada por un empleado del hotel: en ella aparecía una enorme bolsa de basura llena de bandejas de alimentos provistos a los emigrantes que estaban prácticamente sin abrir. “Hay días buenos y días malos, pero por lo general no nos gusta” porque “no la sazonan como hacemos en nuestro país”, señala la mujer, que dice haber perdido varios kilos.

Otros inmigrantes denunciaron que las comidas están “muy condimentadas o todo mezclado, lo dulce con lo salado”, y que “a veces lo separamos y comemos” porque no tienen alternativa.

Para el desayuno y almuerzo reciben pan, galletas, jugos, frutas, agua, ensaladas y en las tardes carne, pollo, pasta o arroz. Se parece, por decir algo, a la comida de un avión.

El sacerdote luterano y activista Fabián Arias, de la iglesia San Pedro en Manhattan, acude al menos tres veces a la semana con ropa y alimentos como sopas enlatadas, cereales y leche, que lleva a los hoteles de inmigrantes para que puedan tener alternativas.

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Dice que recibe quejas “todo el tiempo” por las comidas y considera que es “un descuido” de la ciudad porque “han dado alimentos en mal estado y con fechas vencidas”.

El sacerdote también distribuye alimentos donados como cebollas, papas, frutas y vegetales en un reparto que hace en el barrio de Queens, donde acuden inmigrantes como la peruana “María” (nombre ficticio), que llegó hace seis meses, a quien una amiga le permite cocinar en su casa algunos días porque la comida del albergue en que está en El Bronx “no sabe a nada”.

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Hecho. Venezolanos desalojados de un hotel permanecen en la calle.EFE

“María” prepara comida para varios días, la que guarda en la nevera que tiene en su dormitorio del albergue y calienta en el microondas para alimentar a sus hijos y esposo.

Tragedia. Así quedó parte de la carrecería del autobus que transportaba a 66 migrantes y se accidentó en Panamá. 22 son ecuatorianos y aún se espera datos de 11 de ellos.

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Angie es colombiana y también acude a despensas para preparar alimentos para ella y su hija de 9 meses. “Tengo una estufa eléctrica (en la habitación en un albergue), allí cocina todo el mundo, pero no podemos dejar que encuentren esas cosas” porque las decomisan, señala.

Sabe que por el olor puede ser descubierta por personal del albergue, pero, afirma, “también sale el olor de la marihuana y eso no les incomoda, entonces ¿por qué les va a incomodar el olor de la comida?

Dice que cocina porque no le “gusta la comida chatarra”, ya que “no tiene sabor, es sin sal, sin nada. Si tuvieran una persona que cocinara con amor no se vería el desperdicio de comida en el basurero”.

Algunos dicen que las cosas han comenzado a cambiar: Ligia y Ericson, que también han vivido en hoteles donde la comida que les daban acababa en la basura, cuentan que en las últimas dos semanas les están llegando alimentos calientes que pueden comer. “La gente extrañaba el arrocito, el espagueti, la habichuelita”, comenta Ericson y asegura que la comida ha mejorado “bastante”. “Hay que ser conscientes y agradecidos con la ayuda, porque nos están recibiendo en un país donde no tenemos a nadie”, indica con humildad.

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La ciudad de Nueva York anunció este martes 7 de marzo de 2023 la creación de una oficina para atender a los solicitantes de asilo que han llegado en masa en los últimos meses a la ciudad y cuyo número, según datos oficiales, supera los 30.000, tras llegar a 50.000 en abril, lo que desató una crisis humanitaria ante el desbordamiento de los servicios públicos. El alcalde Eric Adams presentó un plan que dibuja las nuevas políticas de la ciudad para responder a esta avalancha de inmigrantes, mayoritariamente procedente de Venezuela, y que se desató en 2022, cuando las autoridades estatales de Texas, del opositor Partido Republicano, comenzaron a fletar autobuses cargados de inmigrantes hacia Washington y Nueva York, como una manera de presionar a los demócratas, que controlan el Gobierno federal y también las alcaldías de ambas capitales. La iniciativa adelantada por Adams incluye, según un comunicado, el establecimiento de centros para solicitantes de asilo que estarán abiertos permanentemente y un programa para facilitar el empleo de estas personas, en el que participará la universidad estatal. Según el comunicado, la ciudad ha ofrecido ayuda a más de 14.000 solicitantes de asilo y ha abierto 92 centros de acogida de emergencia.