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Soldados paramilitares indios custodian la ciudad de Pahalgam, en la Cachemira administrada por la India, el 23 de abril de 2025.
Soldados paramilitares indios custodian la ciudad de Pahalgam, en la Cachemira administrada por la India, el 23 de abril de 2025.EFE

India, Pakistán y el Buda sonriente

En menos de dos décadas ambos países se vieron envuelto en tres guerras

Hace unas semanas, vi en una plataforma un documental sobre críquet-un deporte que disfruto seguir- y me impresionó la intensidad del clásico entre India y Pakistán. No era solo rivalidad deportiva: era una tensión latente que me llevó a pensar en todo lo que hay detrás de esos dos equipos parados frente a frente. Lo que se juega en el campo muchas veces parece un eco de las guerras que nunca cesaron del todo.

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Porque esta división tiene raíces profundas. En 1947, la partición del Raj británico dio lugar a dos naciones: India y Pakistán. La primera, un Estado laico con mayoría hindú. La segunda, fundada por la Liga Musulmana liderada por Muhammad Ali Jinnah, como un hogar para los musulmanes del subcontinente. El precio fue altísimo: más de un millón de muertos y el desplazamiento de quince millones de personas. La violencia sectaria arrasó ciudades como Lahore, Delhi o Amritsar. La línea que dividía los mapas también partía corazones.

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En menos de dos décadas, ambos países se vieron envueltos en tres guerras abiertas: en 1947, apenas meses después de la independencia, por el control de Cachemira; en 1965, otro conflicto por la misma región; y en 1971, cuando India intervino militarmente en la guerra de liberación de Bangladés (entonces Pakistán Oriental), sellando una derrota humillante para Islamabad. Desde entonces, la enemistad tomó forma atómica.

India detonó su primera bomba nuclear el 18 de mayo de 1974, en el desierto de Pokhrán, y la llamó Smiling Buddha (Buda sonriente). La prueba fue presentada como “pacífica”, pero el mensaje era inequívoco. Pakistán respondió 24 años después, asi un dia entre el 28 y 30 de mayo de 1998, con cinco pruebas subterráneas en Chagai, demostró su poderío nuclear, convirtiéndose oficialmente en potencia en lo atómico pero en lo social y económico dejando mucho que deseas. Desde entonces, el equilibrio se sostiene en la lógica de la disuasión: la paz por miedo.

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El conflicto ha sido también asimétrico. Pakistán ha sido acusado en múltiples ocasiones de albergar y apoyar grupos terroristas que operan en Cachemira y otras regiones. India, por su parte, ha intensificado medidas de seguridad, como la revocación de la autonomía del estado de Jammu y Cachemira en 2019, una decisión que crispó aún más las relaciones bilaterales. Ese mismo año, tras un atentado suicida en Pulwama que mató a 40 paramilitares indios, Nueva Delhi lanzó un bombardeo sobre territorio pakistaní, el primero desde 1971.

Ahora, la tensión ha vuelto a escalar. El 24 de abril de 2025, un ataque en Pahalgam, en la Cachemira administrada por India, dejó 26 muertos, entre ellos peregrinos y civiles. India acusó al grupo Jaish-e-Mohammed, con supuestos vínculos con la inteligencia pakistaní. Islamabad rechazó la acusación, pidió una investigación internacional y denunció maniobras de distracción por parte del gobierno indio.

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En respuesta, India suspendió el Tratado de las Aguas del Indo, firmado en 1960 con mediación del Banco Mundial. Es una medida simbólicamente potente: por ese tratado, India se compromete a no bloquear el suministro de agua de tres grandes ríos que fluyen hacia Pakistán. La represalia encendió alarmas. Pakistán cerró su espacio aéreo a aerolíneas indias y expulsó a diplomáticos.

Pakistan
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Pero lo más inquietante fue la advertencia lanzada el 28 de abril por el ministro de Defensa pakistaní, Khawaja Asif: “esperamos un ataque militar indio en las próximas 24 a 36 horas”. India no lo ha confirmado, pero su canciller, S. Jaishankar, afirmó: “La paciencia tiene un límite. No toleraremos agresiones como si fueran parte del paisaje”. La región está en alerta máxima.

China, que mantiene relaciones estratégicas con ambos países -aunque más estrechas con Pakistán por el Corredor Económico China-Pakistán— sigue de cerca la evolución. El polvorín no es solo de dos: detrás hay corredores comerciales, disputas de poder e intereses cruzados. Asia del Sur es uno de los epicentros geopolíticos más densos del mundo.

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Nos dijeron que el siglo XXI traería nuevas prioridades: inteligencia artificial, energías limpias, colonias en Marte. Pero seguimos encadenados a los odios del siglo XX —y a las fronteras trazadas por imperios del XIX. India y Pakistán no solo deben evitar la guerra. Deben, al fin, desarmar el rencor. Porque ninguna mecha es eterna, pero basta una chispa para incendiar medio planeta.

 

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