Mirar hacia Venezuela
Pareciera no hacer falta argumentación alguna para justificar la insatisfacción, el disgusto ocasionado por la insolidaria decisión de los gobiernos y los pueblos de América Latina de mirar hacia otro lado en ánimo de no ver, y actuar por tanto en consecuencia, respecto de la trágica situación que a lo largo de ya demasiados años está viviendo Venezuela.
A Venezuela muchas naciones le deben grandes esfuerzos por la independencia y las libertades que ahora, en guarda de sobradas razones históricas, deberían evidenciarse para no caer en el crimen nefando de la ingratitud.
Pero si lo señalado no bastase y con mayor obligación, dado que se trata de un pronunciamiento surgido desde el Ecuador por iniciativa del entonces presidente Jaime Roldós, existe el documento internacional conocido como Carta de Conducta, firmado por quienes en ese tiempo eran presidentes de Colombia, Ecuador, Venezuela y el representante personal del presidente del Perú, al que también adhirieron los presidentes de Costa Rica, Panamá y el representante personal del Gobierno de España, suscrito en Riobamba el 11 de setiembre de 1980, en ocasión de cumplirse el sesquicentenario de la primera Constitución del Ecuador.
En dicho instrumento internacional se establece “el compromiso solemne de que el respeto de los derechos humanos, políticos, económicos y sociales constituyen una norma fundamental de la conducta interna de los Estados del Grupo Andino y que su defensa es una obligación internacional a la que están sujetos los Estados y que, por tanto, la acción conjunta ejercida en protección de esos derechos no viola el principio de no intervención”.
También: “el compromiso andino de aplicar los principios fundamentales establecidos entre otros instrumentos internacionales, ...en la Carta de la Organización de los Estados Americanos...”.
Con lo transcrito queda claro que se traicionan los compromisos aquí reseñados cuando se mantiene una común indiferencia frente a la intolerable situación que está sufriendo “el bravo pueblo que el yugo lanzó”.
Omisión imperdonable del continente sería dejar que la crisis se resuelva con un baño de sangre, conjetura pasible dado lo creciente de las tensiones en un clima de cada vez mayor polarización.
Ojalá las mediaciones que se están cumpliendo logren su noble cometido e impongan la paz.