Fortaleza. El defensa de Independiente del Valle, Arturo Mina, festeja el gol del empate que consiguió tras imponerse a los defensas colombianos, a cuatro minutos del final. Daniel Bocanegra (2) se lamenta por el descuido.

El milagro todavia es posible para Independiente del Valle

El club ecuatoriano empató cerca del final con Atlético Nacional y dejó abierta la disputa del título de Copa Libertadores.

Independiente del Valle se aferra al sueño copero. Anoche despertó de su letargo y sigue vivo. Lo hizo justo cuando más complicado lo tenía, ante Atlético Nacional de Medellín. Parecía que estaba noqueado porque tenía el marcador en contra, su goleador José Angulo estaba lesionado, en una camilla, y apenas faltaban cuatro minutos para el pitazo final.

Y ahí, cuando más lo necesitó, apareció otro de sus pilares, Arturo Mina, para salvar la velada. Él peleó dentro del área y tras una serie de rebotes puso el gol de un empate, que si bien no es lo ideal para la revancha, mantiene viva la posibilidad de conseguir el título de la Copa Libertadores.

Ese gol es clave porque de acuerdo con el reglamento del torneo no hay doble valor del tanto visitante. Es decir, el 0-0 también le servirá en la revancha al cuadro del Valle de Los Chillos para forzar el tiempo suplementario y después penales.

La final de ida fue tan difícil como la habían imaginado los pupilos de Pablo Repetto, con un Atlético Nacional muy hábil para anular todas sus fortalezas y preciso para pegar cuando tuvo la oportunidad, a los 35 minutos, con el gol del atacante Orlando Berrío.

Los colombianos no fueron tan ofensivos como Pablo Repetto lo esperó. Al contrario, cedieron la iniciativa y la posesión y se dedicadon a cuidar su portería. La defensa se convirtió en una verdadera muralla y cometió pocos errores.

Por eso, cuando cayó el gol de Mina, a los 86, todos se desahogaron con un grito ensordecedor y recuperaron la fe. Se cargaron de energía y volvieron a convertirse en ese equipo luchador, capaz de tumbar a gigantes.

El público se contagió de esa vibra y miró de pie los últimos minutos. Gritando barras de la selección como “¡Vamos ecuatorianos, que esta noche tenemos que ganar!”, coreando el nombre del Independiente y aplaudiendo sin parar, los asistentes nacionales armaron la fiesta y por fin pudieron opacar los cánticos de los seis mil colombianos, quienes pusieron la bulla desde una hora antes del juego y no pararon de alentar.

Y así, con ese apoyo incondicional desde las gradas, los del Valle dominaron completamente y fueron más peligrosos. Miller Castillo estuvo a punto de anotar el segundo gol en la penúltima jugada pero tuvo problemas para controlar el balón y el golero Armani fue más rápido para cerrar el espacio.

De todas maneras, Independiente no se rindió. Volvió a la carga y atacó una vez más por la izquierda, por donde Jonny Uchuari fue peligroso. Y justo cuando iba a cobrar un tiro de esquina el árbitro terminó el partido y frenó el ímpetu local.

Los asistentes, lejos de sentirse decepcionados por el bajo rendimiento de los 85 minutos, se quedaron con la imagen de los últimos, en los que Independiente volvió a mostrar su mejor cara.

Por eso, los sonoros aplausos cayeron para todos los jugadores. Los juegos pirotécnicos se lanzaron al aire y la música del Independiente se escuchó por los altoparlantes, mientras algunos futbolistas se felicitaban por el esfuerzo y otros, acostados en el césped, trataban de recuperar un poco de oxígeno.