Tambien me inspiro

Meses atrás había disponibles unas pocas líneas y un rosario de malos ejemplos que merecían quedar plasmados. Sin que, en realidad, mucho haya cambiado a mejor, un lector introdujo un filtro en los lentes con los que se ven las cosas desde aquí. Hay gente que aburre con sus comportamientos incívicos, pero también hay personas que inspiran. Como esos lectores preocupados o como los agentes recién graduados que se meten en medio de la correntosa lluvia que anegó el centro de la capital para socorrer a un anciano arrastrado, ante las risas y miradas de otros ciudadanos. Es inspirador y debería ser contagioso que un conductor ceda el paso a un peatón y -oh, locura- a otro vehículo que está tratando de incorporarse a otro carril. Es inspirador que haya políticos de buen perder que sean capaces de felicitar a sus rivales victoriosos tras las elecciones, sin envidias subterfugias. Son inspiradores los compañeros de trabajo que sonríen con sol y con lluvia. Es conmovedor el esposo que sacrifica su bienestar cívico y emocional para terminar el suplicio de tres décadas de enfermedad de su compañera de vida y también los policías que lo detienen obligados por la ley pero con empatía por la muestra de resistencia civil.

Son muy inspiradoras y muy necesarias las personas -apellidadas activistas- que reciben, mastican y digieren críticas de todo color por pretender convencer e imponer con justa razón algo tan osado como un mundo donde el género o la orientación sexual no sea un carnet excluyente que impide el paso al club de los que viven con plenitud de derechos. Son también inspiradores los vecinos que hacen del parque público de su barrio un espacio verde y amigable solo por el afán de mejorar el entorno de todos. Como lo son, además, los pescadores y habitantes de Galápagos que, antes de que fuera una moda y una amenaza explícita, ya recolectaban y anotaban la cantidad y el origen de la basura plástica que contamina la vista y la vida.

Quizás son menos o quizás no tienen tanta visibilidad, pero son definitivamente más trascendentales los seres que suman que los que restan. Hace meses, se hacía extensivo el ‘mea culpa a todos’. Al yo, al otro y al nosotros. Hoy la idea se repite pero desde otro ángulo. No es suficiente ser consciente de las maldades propias, sino también de que inspirar no es cosa de genios ni requiere título, dinero o pedigrí.