Líder. Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, monta su bicicleta en la zona del Palacio de la Alvorada, en Brasilia.

El mayor socio deja a Dilma aislada en la presidencia

El principal partido aliado del comatoso gobierno de Dilma Rousseff, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), abandona el Ejecutivo, aislando aún más a la presidenta. La formación, de ideología voluble, huye del barco del gobierno

El principal partido aliado del comatoso gobierno de Dilma Rousseff, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), abandona el Ejecutivo, aislando aún más a la presidenta.

La formación, de ideología voluble, huye del barco del gobierno cuando este se hunde y sus 68 diputados, cruciales para inclinar la balanza del Congreso para uno u otro lado, apuntan ya a votar a favor de la destitución parlamentaria (‘impeachment’), cuando llegue el momento clave.

Este partido no es cualquier cosa en Brasil: cuenta con siete ministros. Uno ya ha renunciado. Se esperan más renuncias los próximos días, ya que el partido aboga por la entrega de todos los cargos.

Los cerca de 150 dirigentes del PMDB presentes en la cita se unieron en un coro que gritó: “Brasil presente, Temer presidente”, en un claro y nada disimulado apoyo a un eventual juicio político contra Rousseff, cuyo trámite avanza en Diputados.

Temer, primero en la línea sucesoria en caso de una destitución de Rousseff, no estuvo en el encuentro celebrado en Brasilia para “no mezclar las funciones institucionales de la Vicepresidencia con las cuestiones partidarias”, según explicó el propio PMDB.

Si finalmente Rousseff fuera apartada del cargo, sería Temer quien ocupe la primera magistratura hasta el fin del mandato, el 31 de diciembre de 2018. Esa chance fue alentada por las grandes centrales empresariales de Brasil, lideradas por la Federación de las Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp), la mayor y más influyente patronal del país, que publicaron un manifiesto en favor del juicio político.

La publicidad, suscrita por las más de 400 entidades que apoyan la campaña ‘No voy a pagar el pato’ contra el aumento de impuestos impulsado por el gobierno, fue difundida en tres grandes diarios, en enormes espacios pagos.

“Vemos que el país está a la deriva. La hora del cambio es ahora. Decir sí al ‘impeachment’, dentro de los parámetros constitucionales, es decir no al descontrol económico”, reza la propaganda.

Paralelamente, las centrales empresariales trataron de instalar un pato inflable de 20 metros de altura (equivalentes a un edificio de siete pisos) frente al Congreso Nacional en Brasilia, pero como no recibieron autorización decidieron colocar en los jardines de alrededor un total de 5.000 patos pequeños inflables y de peluche.

A pesar del panorama, ni Rousseff ni el expresidente Lula (aún con su nombramiento como ministro en el limbo jurídico por orden judicial) se han rendido. El expresidente se citó con Temer hace unos días para discutir la salida en tromba del PMDB del régimen.

Lula, según la prensa brasileña, trató de convencer a Temer, pero este le aclaró que todo estaba decidido ya y que su partido iba a batallar a favor de la destitución parlamentaria de la presidenta. Lula, que maniobra con las manos atadas al no poder emplear todo el peso de su (frustrado) cargo ministerial, negocia, con todo, con los diputados del PMDB uno a uno para tratar de que la huida no sea completa.

En una rueda de prensa con periodistas extranjeros aseguró que tratará de formar una minicoalición con los parlamentarios del PMDB que no se sumen a la desafección. El mismo Lula recordó que esta formación es heterogénea, regentada por líderes regionales y que no se caracteriza precisamente por la unidad de acción. De modo que confía en que una labor entre las grietas sirva para conseguir apoyos personales ‘anti-impeachment’.

Mientras, los otros partidos de centro que apoyan al Gobierno (apuntalado por una decena de formaciones de izquierda y de centro) empiezan también a resquebrajarse, atraídos por la inercia del movimiento de escapatoria del PMDB. Todos olfatean que el poder cambiará de manos y no quieren verse con el pie
cambiado.