
Manolo, doblemente heroe
Dos veces héroe. En Ecuador y en Vietnam. El que lo llamen así lo sonroja al punto de sentir que le queman las mejillas y se le acelera el corazón. Pero el piloto ecuatoriano Manuel Camacho Bonilla no se ufana de sus proezas ni de su éxito aunque en el baúl de sus más preciados recuerdos guarda la condecoración “al Mérito de Guerra”, en el grado de Caballero, que recibió en 1995 por su destacada participación en el conflicto bélico con Perú en la Cordillera del Cóndor.
Manolo, como lo llaman en su círculo familiar, dice que lo único que ha hecho en sus 46 años de vida es cumplir con su deber y su trabajo. En 1995, como piloto de guerra y después como tripulante de la aviación comercial, primero en el país y desde el 2015 en una aerolínea vietnamita.
Fue en 1995, a los 25 años, cuando ejecutó su primer acto de heroicidad, en la única batalla aérea de Sudamérica, en la que logró, como copiloto, derribar aviones peruanos y aterrizar el avión supersónico A-37B, impactado por un misil enemigo, que afectó los instrumentos de navegación y los dejó a miles de pies de altura con un ala y un tanque de combustible destrozados y un motor menos.
El piloto Rodrigo Rojas, también hoy retirado de la Fuerza Aérea (FAE), recuerda todos los años aquella hazaña del 10 de febrero de 1995 y las palabras que le dijo entonces a su copiloto Manuel Camacho: “Solo fue un misil, sigue volando”. Y Manolo tomó el control de la aeronave que aterrizó media hora después, planeando, en el aeropuerto de Macas (Morona Santiago), en el corazón de la selva ecuatoriana.
Su segundo acto de heroicidad ocurrió hace tres semanas. El piloto ecuatoriano, que trabaja para la compañía Vietnam Aerlines, logró aterrizar un avión Airbus A-321, que cubría la ruta Damang-Hanoi, y que sufrió un desperfecto en las llantas del tren de aterrizaje al despegar y que fue detectado a la media hora de vuelo.
Las llantas son el primer elemento que absorben la energía cinética producida por el impacto de la aeronave con la pista. Las del avión de Camacho perdieron presión por un corte profundo, lo ponía en peligro el aterrizaje y la vida de los 162 pasajeros a bordo. Tras hora y media de vuelo, el avión tocó pista en un aterrizaje forzoso. Los aplausos y los calificativos de héroe llovieron.
Por estos y otros hechos, en su hogar, más que un héroe, es el orgullo de sus dos hijos Daniela y Manuel y de su esposa, Iris Caballero. Ella dice que lo que realmente le llena de dicha es el ser humano tan lleno de bondad, humildad, honestidad y amor que ve cada mañana al abrir sus ojos. “Agradezco a Dios por tenerlo a mi lado”, expresa.
Pero él cree que lo único que hace es cumplir con su trabajo, uno que lo hace feliz y lo apasiona desde que decidió ser un piloto de combate a los 15 años. Descubrió su vocación una mañana soleada al escuchar un estruendo en el cielo y después ver pasar, sobre su natal Guaranda, a muy baja altura, un avión de guerra.
Sus padres, el destacado abogado Manuel Camacho y la salubrista Cecilia Bonilla, apoyaron su decisión para ingresar a la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE), a la que ayudó a escribir sus páginas de gloria en 1995. Desde entonces, cada 10 de febrero, se celebra el Día de la Aviación de Combate.
Manolo agradece a Dios por haber salido bien librado de dos o tres problemas técnicos en los vuelos. Pero no hay día que, antes de decolar, le pida a Dios que lo protega y le ayude, después de algunos años, a formar parte del selecto grupo de los mejores pilotos del mundo; los pilotos retirados.
Desde Asia, donde vive, Camacho manda un mensaje de aliento a su Ecuador. Pide que aflore el patriotismo, el amor por el país, y que todos empujen en una misma dirección que permita “al igual que en 1995, salir airosos de una crisis que fue aún más grave”.
La gran enseñanza que le dejó aquella guerra, en la que el país está en desventaja numérica con las Fuerzas Armadas peruana, es que pese a lo difícil o cuesta arriba que parezca el llegar a un gran objetivo, con esfuerzo, con amor, con unidad, “sí se puede”. “Recobramos la dignidad y pudimos gritar al mundo con orgullo soy ecuatoriano”. Y así lo sigue gritando en Vietnam.