La maltrecha salud publica

Y la privada también. (Tómese este anexo al título del presente cañonazo como una manifestación de transparencia en el juicio, aceptando desde ya que existen muy buenos servicios de salud tanto públicos como privados pero, que la pérdida del control de la calidad de los servicios, o su ejercicio como un instrumento de corrupción, han dado lugar a una deficiente calidad en la atención de la enfermedad y en su prevención; y más todavía en una buena promoción de la salud.) Sí amigos lectores: tanto la salud pública como la privada se sienten y se ven maltrechas. En ambas se conocen cotidianamente clamorosos casos de mala práctica médica que, en sus extremos llegan hasta la pérdida de vidas humanas. ¿A quién le corresponde evitar que ello ocurra? Sin duda, al Ministerio de Salud Pública, que no en vano tiene la rectoría del sector, competencia que no se le otorgó para el uso vanidoso de la primera autoridad de dicho trascendente asunto sino para el celoso y más eficiente cumplimiento de sus deberes, cosa que como ahora, no siempre ocurre.

Por el estilo, en lo relacionado con la venta de medicamentos, sus precios y calidades, la triste certeza es que cada vez son más caros, no tienen un suministro garantizado y nadie está seguro de su calidad sino respecto de ciertas marcas que, de todos modos, pueden haber sido falsificadas.

En cuanto a la promoción de la salud, esta es un lujo que unos cuantos municipios se permiten por su cuenta y riesgo, ya que la política oficial parece haber olvidado que proveer salud y no únicamente atender enfermedades es parte de su rol fundamental.

Bueno sería, ahora que se están produciendo fiscalizaciones respecto a lo actuado por el Ministerio de Salud Pública, que se haga una veeduría a fondo y, al tiempo, se planteen propuestas de por dónde debe caminar un ministerio de la trascendencia del que aquí comentamos.

En momentos de crisis, como el actual, lo menos que el Estado puede conceder a sus ciudadanos es una buena educación y una buena salud, aunque no sean gratuitas pero sí asequibles para el común de la gente, que mirándolo bien, siempre ha pagado algo.