Los ‘blues’ del juicio politico

¿Lo más desolador sobre los procedimientos de juicio político contra el presidente norteamericano, Donald Trump, es que no están en absoluto a la altura del peso constitucional del caso. Algunos demócratas en la Cámara de Representantes, particularmente Adam Schiff de California, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara, sí parecen entender la gravedad de la cuestión que tienen enfrente. Pero la mayoría de los republicanos -incitados por Trump, que suele quejarse de que no están haciendo lo suficiente por él- están en una misión de búsqueda y destrucción. La portavoz de la Cámara, Nancy Pelosi, que durante mucho tiempo se había negado a avanzar con el juicio político, perdió el control de su banca sobre el tema este verano y ha terminado donde ella temía: en una amarga lucha partidaria. A riesgo de sentar un precedente desafortunado al permitir que los otros muchos abusos de poder de Trump no reciban castigo alguno, Pelosi ha reducido la investigación de juicio político a la actividad presidencial para la cual hay pruebas adecuadas, y que a su entender y el de sus aliados demócratas el público norteamericano puede entender fácilmente. Eso significa que Trump y sus aliados tienen un blanco muy limitado al cual se puede disparar. La investigación, por ende, está centrada en el hecho de que Trump retuvo US$ 391 millones de ayuda militar aprobada en el Congreso para Ucrania y rechazó la posibilidad de una reunión en la Casa Blanca tan deseada por el nuevo presidente de este país, Volodymyr Zelensky, mientras él y sus socios presionaban por favores políticos para ayudar en la elección norteamericana de 2020. En particular, querían que Ucrania investigara al hijo Hunter del exvicepresidente Joe Biden, que de manera poco aconsejable aceptó un puesto lucrativo en la junta de una compañía de gas ucraniana cuando su padre estaba a cargo de la política hacia Ucrania. (Los dos Biden han negado haber cometido un delito y, hasta el momento, no se ha encontrado nada). La Comisión de Inteligencia se dedicó a reunir testimonios a puertas cerradas. Eso cambiará cuando comiencen las audiencias públicas del juicio político esta semana. Si bien han aparecido algunas grietas en el frente republicano, Trump parece por ahora estar ejerciendo el control del partido. Insiste en que los republicanos habrían perdido la elección presidencial de 2016 si no hubiera sido por él y que, por lo tanto, le deben fidelidad. Por si acaso, ha ofrecido ayuda a los senadores republicanos –particularmente al líder de la mayoría, Mitch McConnell- que están buscando una reelección en 2020 (una pérdida de cuatro bancas republicanas haría que el control pasara a manos de los demócratas). Por supuesto se llevarán a cabo unos eventos de recaudación de fondos en el Hotel Internacional Trump en Washington. Al menos un experto en ética dice que los aportes de Trump a los senadores antes de la votación por el juicio político podrían constituir un “soborno” (un delito también digno de un juicio político). Trump cada vez confía más en sus propios instintos, y ahora casi no tiene colaboradores que desafíen sus ideas. Al mismo tiempo, está cada vez más agitado por su posible juicio político en la Cámara. Como resultado de ello, el presidente es aún más impulsivo en materia de política exterior, en particular con respecto a la calamidad en Siria. Casi todos los presidentes norteamericanos han honrado su deber constitucional de “asegurar que las leyes se ejecuten fielmente”. Pero Trump, con su estrategia el Estado soy yo, ve su rol de manera muy diferente. En consecuencia, es el mayor problema de su presidencia hasta el momento.