Tradición. Los jugadores de Liga de Quito celebraron el título de campeones nacionales con el piscinazo en el arco sur del estadio Rodrigo Paz Delgado.

Liga rompe el dominio del astillero

Futuro. Esteban Paz dijo que lo más seguro es que deje la comisión de fútbol. Se cayó el acuerdo para continuar al frente del cuadro albo.

El árbitro dio por terminado el partido y los jugadores de Liga de Quito se transformaron en hinchas. Por toda la cancha saltaron, lloraron, bebieron cerveza, lanzaron la champaña y hasta corearon los cánticos al mismo ritmo que venía desde las gradas.

No era para menos. Los albos tuvieron que esperar ocho años para volver a la cima del fútbol nacional y terminar con el dominio del Astillero.

Y lo más dulce para ellos fue que ocurrió ante el mejor equipo de la década: Emelec.

En horas previas al cotejo, incluso antes de abrir las puertas del estadio a los aficionados, algunos miembros del staff bromearon y pusieron 7-0 en el tablero electrónico, recordando la última vez que los albos dieron la vuelta olímpica ante el Bombillo.

Pero en la realidad, la final de ayer fue muy sufrida debido a que no pudieron rematarla. Los últimos minutos fueron los más tensos porque bastaba un gol azul para forzar los penales.

Por eso, cuando se consumó la nueva corona, el festejo parecía más un desahogo. Édison Vega, por ejemplo, se lanzó al piso a llorar, antes de buscar una imagen de la Virgen Dolorosa y pasearse con ella por la cancha. Gabbarini saltó por toda el área y corrió a gritar con sus compañeros.

La algarabía se repetía con todos. A Hernán Pellerano no le importó estar con el inmovilizador. Igual saltó, corrió y hasta se acercó a la valla sur para cantar con la hinchada.

Los hermanos Julio se abrazaron entre ellos, después recibieron las felicitaciones de sus familiares y con ellos gozaron el momento más feliz en su corta carrera.

Así pasaron unos treinta minutos, hasta que los jugadores dieron la primera vuelta olímpica, todavía sin trofeo, pero fue para agradecer el apoyo en todas las localidades. “Yo te daré, te daré Liga hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con ‘c’, campeón”, fue el cántico que más repitieron los jugadores mientras avanzaban por la cancha.

Algunos no mantuvieron el ritmo por obvias razones. Uno de ellos fue Andersson Ordóñez, quien se paseó con las muletas. Otro fue Gabbarini. A él, en cambio, lo buscaron todos los directivos para abrazarlo y no le permitieron estar con sus compañeros.

La fiesta continuó por unos minutos más, mientras se alistaba la tarima. Luego cada uno recibió su medalla, se juntaron en el centro de la cancha y levantaron el trofeo.

Ya con su premio dieron otra vuelta olímpica y realizaron el tradicional piscinazo en el arco sur. El trofeo pasó por varias manos hasta que los futbolistas decidieron ir al camerino para tener un momento íntimo, antes de salir en el bus para el recorrido triunfal por toda la ciudad.