Como lena para el fuego

Jugando con el dial de mi radiorreceptor escuché alguna vez: “no más ‘bullying’; si a su hijo lo golpean enséñele a defenderse, envíelo a la academia...”, como si la solución fuese echar más leña al fuego.

La violencia no se cura con violencia, más allá de que el problema del ‘bullying’, como hoy se llama a lo que antes se conoció como “chuque”, tiene que ver con la autoestima de los personajes involucrados.

Tenemos que fortalecer a los hijos, a los alumnos, en su interior, para que puedan pasar indemnes frente a los actos de rechazo, maltrato o acoso que puedan aparecer en el aula y en determinadas edades. Una autoestima fuerte y alta, un reconocimiento claro del valor personal y de las capacidades propias puede dejar escurrir como un impermeable el chubasco de maltrato que lanzan los agresores.

Aunque parezca mentira, en estos actos debemos preocuparnos más psicológicamente del que agrede, del que molesta, del que golpea o acosa, ya que ciertamente es él quien tiene el más grave problema, pues como se dice en psicología: este niño o joven proyecta y desquita en el otro algo que lo perturba, que lo conmueve, que lo trauma, que lo enferma. En ocasiones hay padres que se equivocan: “mi hijo es el macho”, “es él quien se ríe de los demás y los molesta”, sin darse cuenta de que tienen por delante un grave problema que solucionar.

Obviamente debemos proteger y salvar a la víctima, si es que no tiene las herramientas emocionales e intelectuales para protegerse, pero tenemos con urgencia que trabajar en el agresor, en el victimario, pues sus frustraciones, sus resentimientos, sus complejos e inseguridades, lo están llevando a refugiarse en la máscara de la agresión para cubrir todas sus debilidades interiores.

Enseñemos a nuestros hijos y alumnos a ser fuertes, pero fuertes emocionalmente, afectivamente, intelectualmente, para que lo otro les resbale. No caigamos en la trampa de decirles “no te dejes, pégale tú también”, ya que con ello solo le estamos agregando más leña al fuego y al introducirnos en un círculo vicioso de violencia, no alcanzaremos una buena solución.