Lecciones amargas

Para que nadie tenga duda del carácter democrático del actual Gobierno venezolano y de su respeto por las reglas de juego, el día viernes pasado se anunció en los medios de comunicación internacionales la decisión del Consejo Nacional Electoral de ese país de acatar la decisión de cinco tribunales de provincia de suspender hasta nuevo aviso la recogida de cuatro millones de firmas que la oposición debería reunir entre el 26 y el 28 de octubre para convocar la consulta sobre la permanencia o no en el poder del presidente Maduro.

Según la encuestadora Datanálisis, citada por la corresponsal de AFP María Isabel Sánchez, un 76,5 % de los venezolanos reprueba la gestión de Maduro y un 62,3 % se pronunciaría en las urnas por su revocatoria.

La decisión de los tribunales de provincia se basa en que la oposición habría cometido un “fraude gigantesco”, por haber incluido firmas de fallecidos, menores de edad y convictos.

Venezuela es hoy uno de los casos más desesperados por la falta de salida para sus ciudadanos, con la inflación más alta del mundo, el desabastecimiento de medicinas y de alimentos, y la violencia generalizada. Muchos pensaban que un gobierno que llegaba a esta situación dejaría el poder por presión popular. La realidad ha desmentido esta ingenuidad. El Gobierno de Maduro está convencido, como Hitler en sus últimos días de encierro en el búnker de la Cancillería, que goza del beneplácito popular, que hay una gigantesca conspiración internacional en su contra y que se exagera por parte de los medios la real situación venezolana.

Lo lógico, lo razonable sería entonces que siga adelante el referéndum, ya que si todo es mentira de la oposición, ¿por qué no dejar que los ciudadanos se expresen si se está tan seguro de lo que se pregona con voz tonante y ofensiva?

El Foro de Sao Paulo tuvo razón cuando decidió abandonar en el museo de los recuerdos las guerras de guerrillas, siempre fracasadas en América Latina, y optar por el acceso al poder por la vía electoral, con la seguridad de que una vez adquirido nunca se pierde. Otra lección de estos días.

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