Situación. Basta permanecer unos minutos en la calle Rumichaca para observar a decenas de buses urbanos que emiten humo negro.

“Aqui no se respira bien”

En el centro de Guayaquil hay zonas ennegrecidas por el paso del humo que deja como huella el diésel que usan los vehículos, los de transportación pública y los privados. Rumichaca e incluso la Panamá constan en la lista.

El hollín se asoma como un fantasma perpetuo en las vitrinas de su local. Una servilleta en mano lo ayuda a limpiar de rato en rato. Está cansado. Es el único que vive en la cuadra hoy. Sus vecinos, unas diez familias de su entorno, se marcharon. Estaban hartos de la contaminación, explica él, que no tiene otra opción que quedarse allí.

“Aquí no se respira bien”, suelta al fin Raúl Jara mientras ve un articulado de la Metrovía dejar aquel humo negro que le genera garraspera. Luego frota, de nuevo la servilleta en en el vitral. “Mire, mire cómo está de negra”, la muestra.

La calle Sucre, por donde pasa Metro Bastión, el lugar de trabajo y residencia de este hombre, no es la única afectada por el esmog. En el centro de Guayaquil hay zonas ennegrecidas por el paso del humo que deja como huella el diésel que usan los vehículos, los de transportación pública y los privados. Rumichaca e incluso la Panamá constan en la lista.

Hay departamentos vacíos a lo largo de esas calles. En la Rumichaca, los pisos altos, la mayoría, están convertidos en bodegas. “Todo el día hay humo, aquí no se puede vivir”, se queja de los buses que pasan por ese sector Daniel Chávez, dueño de un local de muebles de dormitorio.

“Porque no es solo la Metrovía la que contamina”, aclara Federico Von Buchwald, presidente de la Fundación Metrovía. Y tiene razón.

Según una evaluación del proyecto Huella de Ciudades, realizada en 2014, el 39 % de la contaminación del aire de la urbe la generan los automotores. Ese mismo estudio concluye que Guayaquil genera 6,8 toneladas de dióxido de carbono (CO2).

El funcionario afirma haber realizado un estudio en el que se determinó que “el sector del centro de la ciudad tiene un nivel alto de contaminación. La calle Sucre no es más afectada que la Diez de Agosto, y esto ocurre porque no solo es el CO2 el que se emana en la ciudad, sino también el CO, de los autos. Ese sí mata”, afirma.

En realidad todo tipo de contaminación es perjudicial. El CO2 del diésel, como lo contó ayer EXPRESO, causa daños respiratorios e incluso puede derivar en cáncer.

La calle Sucre es crítica, pero no por la Metrovía. Es por los buses, por el tránsito de la zona céntrica, defiende Von Buchwald. Con aquello no concuerda Luis Murillo, morador de la calle Eloy Alfaro, otra de las zonas afectadas por la emisión de diésel.

Aquí, el hollín de la Metrovía no solo arrasó con los comercios, también se llevó consigo al vecindario. “Muchos departamentos de la parte alta de estos edificios ahora están vacíos. No pueden alquilarse, y si se alquilan, los arrendatarios no se quedan por mucho tiempo”.

La experta en Derecho Ambiental, Inés Manzano, confirmó que la calidad del diésel es de muy mala calidad. Desde 2001, en el gobierno de Gustavo Noboa, ya era foco de atención el disminuir el azufre (uno de los componentes más perjudiciales) de este combustible. “Además, en Guayaquil la revisión vehicular sobre este tema es mucho menos estricta que en Quito”, comenta.

Justifican el uso del diésel

“Con cinco dólares diarios de combustible puedo circular todo el día”. Es el argumento para que el conductor Luis Barreiro apueste por una camioneta a diésel.

El vehículo, de segunda mano, lo compró hace dos años para movilizar materiales de construcción. Comenta que lo adquirió por economía, aunque está consciente que en cuestas no tiene la misma fuerza que un automotor a gasolina.

¿Sabía que el diésel es más contaminante?, preguntamos a Barreiro. “Desconozco, pero le doy un buen mantenimiento para evitar que se exceda en humo”, respondió.

El lector Álvaro Luque defiende a los vehículos a diésel. Cree que la mala imagen es por la irresponsabilidad en la transportación masiva, incluida la Metrovía.

“El cuento de que el diésel es malo es relativo. Sucede que los transportistas no reparan adecuadamente los motores”, opinó Luque, quien pide a la Autoridad de Tránsito Municipal (ATM) un mayor control a estas unidades.