Riesgo. Walter Inca teme que la pared destruida de una casa de la Franco Dávila y Noguchi le caiga encima.

“Tengo miedo de que la pared que queda me caiga encima”

Vecinos de las viviendas con estructuras afectadas temen ser víctimas de colapsos.

Se sienten en latente riesgo por el escenario que los rodea. Son personas ajenas al nudo legal que se arma entre las comisarías del Cabildo y los dueños de las edificaciones con daños estructurales. Pero viven con angustia y miedo porque tienen sus hogares al lado de alguna de estas “casas del terror”.

En Guayaquil existe un total de 65 viviendas en situación vulnerable, cuyos dueños tienen abiertos expedientes en el Municipio y prometieron mejorar o demoler los inmuebles.

Pero hasta que eso ocurra, los vecinos se quedan en el limbo. A ellos no les queda más que esperar soluciones. Aunque, a veces, la paciencia se asfixia por la inacción. Como en la calle Franco Dávila y Noguchi, donde Walter Inca, administrador de un garaje, teme que la pared de la casa de al lado le caiga encima.

Se trata de un muro de ladrillos grises que perdió parte de su estructura con el terremoto de abril de 2016, y que no ha sido reparado pese a los múltiples llamados de atención canalizados a través del Cabildo.

“La lluvia de estos días empeora los edificios viejos como esa casa. Los ladrillos se humedecen y ceden. Estoy en zozobra, debo estar atento y evito que los autos que llegan se coloquen justo debajo de esa pared, que en cualquier momento se viene abajo. Tengo miedo de que la pared que queda me caiga encima”.

La historia se repite en la Novena y Capitán Nájera, José de Antepara y Francisco Segura, Ayacucho y Rumichaca, Padre Aguirre y Rocafuerte y otros lugares de la lista que facilitó el Municipio a EXPRESO.

Con el caso del domingo pasado en la Guerrero Valenzuela hay otra muestra del riesgo. Aunque el Municipio bajó el último muro que peligraba en lo alto de la vivienda de Geovanny Alvarado, Doris Álvarez, la docente de 52 años, que vive al lado, y a quien le cayeron pedazos de concreto encima, está obligada a permanecer con un vendaje en la cabeza por varias semanas, producto de la ruptura que sufrió, por la que le cogieron siete puntos.

Pero no solo las estructuras acechan. En Portete y Lorenzo de Garaicoa hay una propiedad que ha quedado prácticamente en esqueleto. Por dentro es un montón de escombros que se acumulan sin que nadie haga nada. Al lado, Jordy Jaramillo, el asesor de un local de electromecánica, teme no solo por los pilares que están en lo alto, sino por la delincuencia. “Como el terreno está inhabitable, intentaron meterse a robar usando esa casa destruida como atajo. Esto es peligroso”.

La comisaria quinta del Cabildo, Betty Torres, recordó a este Diario que la entidad no cubre costos; pero que cuando la situación es de emergencia, Obras Públicas acude con su personal y el valor por la demolición de estructuras riesgosas lo cubre -a plazos- el dueño de la propiedad.

El costo suele variar y oscilar entre los $ 500 y los $ 2.000. Ayer, en Brasil y Rumichaca se tumbó otra pared que amenazaba con colapsar.

Vio caer la casa y falleció

Dos casas quedaron destruidas por toneladas de tierra que cayeron del cerro de El Carmen. Eduardo Muñoz, de 65 años, sufrió un infarto por ser testigo del hecho.