El país atraviesa por parálisis económica, se compra poco con elevado costo. Este incremento acusa también en los productos de primera necesidad. La prueba más palpable de esta parálisis la dan los migrantes venezolanos. Menos del 20 % de los miles que ingresan por la frontera norte se quedan, los demás usan el país como vía de transito, sus destinos son Perú o Chile.

El escepticismo nos lleva a considerar que no existen planes de beneficio para las clases medias. No decimos pueblo, el término está maltratado. Se escuchan declaraciones en las que indican que por el pueblo se desvelan para darle felicidad, en realidad se la están restringiendo.

Las clases baja, media y alta observan las implicaciones económicas y sociales con las expectativas de que se abrirán plazas de trabajo. Que se rehabilitará la industria de la construcción. Que vendrá inversión extranjera. Que se aprobó la Ley para Fomento Productivo, Atracción de Inversiones, Generación de Empleos, Estabilidad y Equilibrio Fiscal. Que vamos a pertenecer a la Alianza del Pacífico. Todas son proyecciones o sea al futuro. Lo concreto, un batatazo a la economía del país. A los más ricos ni cosquillas les hace que le suban $ 0,80 el galón de súper. El problema está en la repercusión que esto acarrea.

La política de darles más poder y riquezas a los que más tienen que son insaciables no es política sino opresión. La solución del progreso es gobernar con lo que tienes distribuyéndolo para todos.

César A. Jijón Sánchez