“Erdogan, confeso admirador de Hitler, insiste en restaurar la pena de muerte”

T odos sabemos cómo una minoría fanática puede apoderarse en poco tiempo de un gran país por métodos aparentemente democráticos en sus comienzos e instaurar una dictadura que planifique y ejecute una catástrofe mundial sin precedentes. Sucedió hace menos de un siglo en Alemania.

Erdogan, confeso admirador de Hitler, acaba de dar también su segundo paso, un falso golpe que le ha “justificado” para condenar por docenas de miles a sus oponentes políticos: jueces, maestros, periodistas. Feroz dictador ya sin disimulos, insiste sobre todo en restaurar cuanto antes la pena de muerte.

La expansión mundial de su tiranía será mucho más cierta y rápida que la de su modelo alemán. Erdogan cuenta con la excusa no ya de una raza superior, muy limitada por ser “aria”, sino de 1.600 millones de musulmanes entre quienes encontrar cómplices, demasiados ya en campaña, para ampliar una ya interminable y cruelísima sin fronteras, de Nueva York a París, Madrid y Bagdad, por ahora.

La historia que se olvida se repite. Mucho más claro está en 2016 que en 1939 a donde llevará una política de “apaciguamiento” ante el nuevo Führer, si tampoco los demócratas de dentro y de fuera de Turquía nos unimos ahora para frenar esa nueva catástrofe mundial ya en curso.

J. Mit Pau. Tallers

Barcelona, España