Lamentable invitacion

El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, ha invitado para su toma de posesión el próximo 1 de diciembre, al dictador venezolano Nicolás Maduro. Es lamentable, porque ello es un baldón a los gobiernos y países sudamericanos que están sufriendo la “crisis humanitaria” con millares de refugiados necesitados de todo apoyo que están ingresando a sus países, fruto de la incompetencia y de la corrupción del gobierno venezolano, que niega sistemáticamente todo lo que está sucediendo. Más aún, muchos de los presidentes sudamericanos, que en principio deberían asistir a la toma de posesión, han sido ofendidos por Maduro o sus voceros, simplemente por no querer tapar el sol con los dedos de la mano, entre otros, el actual presidente del Ecuador.

Durante la Guerra fría, México mantuvo relaciones con países opuestos al bloque occidental liderado por Estados Unidos, lo que le permitió desempeñar un liderazgo regional. Quizá el mejor momento fue la intermediación del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) que consiguió la firma de los acuerdos de paz entre los gobiernos de El Salvador primero y Guatemala después, con las guerrillas de sus respectivos países. López Obrador pertenece ideológica y culturalmente a esa política de apertura y de mediación.

Pero el mundo de la Guerra Fría terminó en los 90 del siglo pasado. Lo que ha venido después, los socialismos del siglo XXI, han sido un simulacro atroz en que los populismos se identificaron con el discurso de las izquierdas históricas para utilizar el poder sin contemplaciones, aliándose con el narcotráfico e impulsando sistemáticamente la corrupción para sepultar a las instituciones del “Estado burgués”; con un agravante histórico: los dictadores del siglo XX como Somoza, Batista o Trujillo, que disgustaban a la política exterior mexicana, han sido substituidos por otros peores y con menos escrúpulos.

Es posible que López Obrador siga con la narrativa romántica de la izquierda de los sesenta. Para Sudamérica no sería solamente un desfase, sino una falta de respeto.