La izquierda sin agenda

A propósito de la Cumbre del G20 a realizarse en Buenos Aires a fines de este mes, circula la noticia de que varios de los “jefes” del populismo latinoamericano se movilizarían en calidad de portadores de una demanda de contenido social, como la contracara a la orientación neoliberal y procapitalista de aquella.

Las figuras de Cristina Kirchner y Dilma Rousseff empiezan a asomar en los medios, las movilizaciones del descontento popular se preparan para hacerse presente en las calles de esa metrópoli, los ataques contra el presidente electo de Brasil arrecian y las proclamas de reconstrucción de las fuerzas autoasumidas de izquierda se posicionan en la arenga y el discurso de los manifestantes y de sus líderes. Esos dos factores: la difícil situación por la que atraviesa Argentina y el triunfo del ultraderechista Bolsonaro, son utilizados por la tendencia para justificar su llamado a recuperar posiciones en los puestos de mando de sus respectivos países. Se trata de un evento paralelo a la Cumbre, denominado por sus propulsores como La Contracumbre, al que acudirán no solo las dos damas “revolucionarias” sino además los candidatos finalistas a la presidencia en Colombia y en Brasil, Petro y Haddad, el abogado español Baltazar Garzón, el representante de Podemos, Juan Carlos Monedero, y el expresidente uruguayo José Mujica. Y como si esto fuera poco, a ese llamado se sumará un acto académico preparado por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -Clacso-, denominado Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico.

Si observamos con atención ese escenario, resulta claro que los objetivos de mayor significación no se resumen en el planteamiento de alternativas concretas de gobernabilidad y mejoramiento de las economías y la calidad de vida en los países de la región, sino pura y simplemente en las ambiciones de recuperación del poder.

En esas circunstancias, lo que queda de la izquierda en América Latina es utilizado como instrumento de reinstauración de regímenes corruptos y abusivos.