Ironia e indignacion

Algunas veces hemos escuchado de Moreno frases irónicas alusivas a Correa que han movido a risa, demostrando un buen sentido del humor en su autor. Confieso haber reído con algunas, sumándome a lo que el sentido común nos impone. Reconozco también que el humor , mezclado con el ridículo, pueden ser armas letales para “acabar” con un rival político. Pero también cabe reflexionar (es nuestro oficio), si la ironía por sí sola es suficiente para derrotar a un individuo que hirió nuestra frágil democracia y arruinó sin vergüenza a un país a pesar de su mayor bonanza financiera. Y concluyo que, de hoy en adelante, la ironía sobra y que la indignación debe reemplazarla. El propio Moreno, en entrevista con la CNN la semana pasada, afirmaba que “el humor corre al filo de la navaja”. Son reglas de conciencia que a través de los años hemos adoptado. Nuestra responsabilidad como periodistas y como ciudadanos nos exige hablar con decisión por la prevalencia de la cruda verdad en demanda de justicia. Una justicia que deje de ser un enunciado abstracto y sea aplicada con independencia, probidad, proporcionalidad y firmeza. Solo así podríamos soñar que la nueva aventura que el país empieza a vivir bajo la égida de Moreno se basa en el reconocimiento de su ejecutividad y buena fe, necesarias para un epílogo exitoso.

La mierda -sí, la mierda- que a diario nos cae con las nuevas revelaciones del desgobierno correísta, mueven a indignación. El dinero mal habido y los privilegios disfrutados han superado con creces aquello que el correísmo atribuía a la partidocracia de antaño y se ha hecho tema común de las conversaciones ciudadanas. Hemos sufrido por años un lenguaje gubernamental pseudorevolucionario, moralista y encubridor, que nos obliga a pensar que, de seguir las cosas en esa misma dirección, lo aconsejable sería empeñarse en redoblar la protesta o emigrar de un país que, tal como está, es poca cosa pudiendo haber sido grande. Las ofertas de Moreno sobre un nuevo orden moral brindan sin duda esperanzas de que las correcciones sean objetivas y reales. Esconder, callar u olvidar por lealtad partidista el daño causado, es tan condenable como realizarlo y riñe con el amor que se dice profesar a la patria. ¡Estamos hartos de diez años de discursos fanfarrones! ¡Al diablo la retórica sensiblera! La hora de la objetividad y de las concreciones ha llegado y nos felicitamos de que este Gobierno comprenda que proclamas demagógicas como las de Correa, acompañadas de persecuciones, de represiones callejeras y de imaginarios récords alcanzados, no conducen de ningún modo al establecimiento del orden social. Se trata de un razonamiento elemental y básico.

Moreno ha emitido alentadoras frases de respeto a los principios superiores que protegen nuestros derechos humanos. Ese anunciado respeto solo se plasmará en realidad cuando se disuelvan y sancionen las delictuosas conductas observadas y las artimañas golpistas de Correa y su servidumbre asociada, que muestran a las claras su obsesión por retomar el poder. La paz que nos merecemos exige luchar abandonando sarcasmos e ironías. ¿Cómo bromear si estamos ante una contienda que amenaza disolver lo poco que nos queda de democracia? ¿Cómo ironizar si se cierne sobre nosotros la amenaza de una vuelta de la corrupción?