Hasta cuando la inseguridad

Cuando hay una amenaza en una sociedad que hace peligrar su existencia se suele expresar: “Un fantasma recorre...”. Así antes se dijo que los fantasmas del neoliberalismo y el estatismo ponen en peligro al país.

Con esto se quiere señalar que hay hechos y eventos que si no se los atiende con oportunidad ni se les da la importancia devienen en peligro para la sociedad. Guayaquil vive uno de estos momentos. La inseguridad la amenaza cotidianamente. Es como si la delincuencia, el microtráfico, asaltos, robos cotidianos, pandillas y el crimen organizado hubieran hecho de la ciudad su residencia.

Los guayaquileños se desesperan y preguntan ¿Hasta cuándo la inseguridad? No hay día en que en la urbe no se den asaltos, robos, peligros, asesinatos y en que los mercaderes de la muerte (microtraficantes) circularan con absoluta impunidad. Esta situación hace que las amenazas de peligro, riesgo e incertidumbre de la ciudadanía se constituyan en hechos permanentes.

Por esta grave situación, algunos de los reportajes de este diario señaló, en días diferentes, que “Guayaquil es una ratonera. El miedo ciudadano es inevitable porque el Puerto Principal tiene cinco estigmas que se han convertido en el foco preferido y permanente donde actúa la delincuencia.” (06/11/2017). En otro también precisó con pruebas contundentes que “El miedo tiene a Guayaquil entre rejas. La delincuencia menoscaba negocios, recluye a los ciudadanos y deteriora la imagen de la ciudad” (07/11/2017).

Esto no debe continuar así. Los guayaquileños tienen el derecho de caminar, visitar centros comerciales y desarrollar sus actividades con seguridad y libertad. No se puede ni se debe reducir la existencia social a un “vivir entre el miedo, el terror y la amenaza constante de la inseguridad”. Así no se puede desarrollar ninguna acción humana, empresarial ni existencia social de cualquier colectivo humano.

Por eso es necesario y urgente que las diferentes autoridades e instancias que deben de cumplir con la constitución dando seguridad a los ciudadanos tomen las medidas adecuadas para que la incertidumbre, que amenaza la vida ciudadana, sino desaparezca cuando menos se atenúe. Pues la ciudad es de sus ciudadanos y no de una delincuencia que arrincona a la sociedad hasta crearles el síndrome del miedo y el temor permanentes.