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Iniciativa de la Franja y la Ruta

Iniciativa de la Franja y la Ruta

Desde 2013, China promueve la Iniciativa de la Franja y la Ruta, para conectar a más de sesenta países de Asia, Europa y África con la coordinación de políticas e infraestructuras físicas. Los críticos temen que China, en su afán de ampliar su influencia geopolítica para competir con naciones como Estados Unidos y Japón, emprenda proyectos económicamente inviables. Pero siempre que se cumplan algunas condiciones, la base económica de la iniciativa es sólida. Un informe reciente del Banco Asiático de Desarrollo confirma que muchos países incluidos en la iniciativa necesitan con urgencia inversiones en infraestructura a gran escala, precisamente el tipo de inversión comprometido por China. En este sentido, puede obrar como el Plan Marshall, el programa estadounidense de la posguerra universalmente elogiado por su aporte a la reconstrucción y la recuperación económica de la Europa asolada por la guerra. Pero la financiación externa por sí sola no es garantía de éxito. Los países receptores también deben encarar reformas básicas que aumenten la transparencia y previsibilidad de sus políticas, reduciendo así el riesgo de inversión. El resultado económico de las inversiones estará supeditado a la implementación de las reformas complementarias. Para China, estas inversiones son económicamente atractivas, en particular si empresas privadas chinas toman la delantera en su ejecución. El ratio comercio internacional/PIB de China es algo más de 40 % (muy superior al de EE. UU.), lo que se debe en parte a faltantes de infraestructura y de diversificación económica en los socios comerciales de China. Al resolver estas falencias, las inversiones chinas dentro del plan pueden llevar a un importante aumento de los volúmenes comerciales de los países participantes y de China, que beneficiará a empresas y trabajadores. Pese a que es evidente que la Iniciativa de la Franja y la Ruta obedece en parte a objetivos estratégicos, el análisis de costo-beneficio también muestra una clara justificación económica (incluso cabe preguntarse por qué China no propuso el plan antes). EE. UU. y otros países también pueden obtener importantes beneficios económicos. Inversiones en infraestructura audaces y a gran escala pueden proveer un muy necesario estímulo inmediato a la demanda agregada global. A más largo plazo, la nueva infraestructura aliviará cuellos de botella logísticos y reducirá los costos de los insumos productivos. El resultado será mayor productividad y un crecimiento global más rápido. Si los proyectos de la Franja y la Ruta respetan normas ambientales y sociales rigurosas, también pueden traer grandes avances en torno de desafíos globales como el cambio climático y la desigualdad. El respeto de esas normas y los beneficios sociales globales serán tanto mayores cuantos más países participen.

En una era en la que algunas de las naciones más influyentes del mundo se encierran en sí mismas y hablan de alzar barreras comerciales y vallar fronteras, el mundo necesita iniciativas que tiendan puentes y rutas (literales y figurados), precisamente la estrategia de la Franja y la Ruta.