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Indiferencia ciudadana en el estreno de los legisladores

La posesión de la nueva Asamblea Nacional generó pocas expectativas en los ciudadanos, que llegaron en un número reducido a respaldar a los legisladores.

Seguidores del Gobierno se fotografiaron con Cristina Reyes.

El día, la fecha y el clima parece que conspiraron. La posesión de la nueva Asamblea Nacional generó pocas expectativas en los ciudadanos, que llegaron en un número reducido a respaldar a los legisladores.

El edificio legislativo, ubicado en el centro norte de Quito, amaneció sitiado ayer por 400 policías que estaban listos para controlar un gran flujo de personas y posibles manifestaciones.

A las 09:30 recién aparecieron dos mujeres que llevaban banderas de Ecuador. Ellas querían dejar sentado que estaban inconformes con la integración de la flamante Asamblea, de mayoría oficialista.

Para entonces, asambleístas como José Serrano, Guillermo Celi o Luis Fernando Torres ya habían ingresado al plenario, en medio de una pertinaz llovizna que mojó la alfombra roja colocada para darles la bienvenida.

También arribaron miembros de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), organización aliada del Gobierno. Ahí se produjeron enfrentamientos verbales con los opositores, que ya sumaban diez personas.

En medio de las escaramuzas llegó la asambleísta Cristina Reyes, del Partido Social Cristiano (PSC), quien fue rodeada por los militantes oficialistas. Esto puso nerviosa a la legisladora, pero la tensión pasó cuando los integrantes de la CUT le pidieron una foto con ellos.

Los que no tenían invitaciones no pudieron ingresar a la zona de barras altas del pleno de la Asamblea. Algunos reclamaban que formaron parte de las campañas y, sin embargo, quedaron excluidos.

Otros, en cambio, fueron con sus hojas de vida bajo el brazo. Querían entregarlas a los legisladores para obtener un trabajo en la Asamblea. No tuvieron mucho éxito.

Para el inicio de la primera sesión, a las 10:50, la zona asignada para los invitados estaba completamente llena. La mayoría eran familiares y simpatizantes de Alianza PAIS que apoyaban los discursos oficialistas y abucheaban a los opositores.

En los exteriores también subía la tensión entre los pocos gobiernistas y sus detractores. Se acusaban mutuamente de “corruptos” y “defensores del banquero”. Solo el beso en la mejilla de una opositora a un miembro de la CUT y la fuerte lluvia que empezó a caer nuevamente bajaron los ánimos. Para el mediodía no quedó nadie en los alrededores de la Asamblea. CRR