Impuestos y recesion

Los impuestos no crean valor agregado. Su incidencia, como lo establecen la economía y el sentido común, es generalmente negativa porque extrae recursos de fines productivos para entregarlos a un gobierno, el que fuere, cuya capacidad de respuesta, organización, logística y eficiencia es menor que la del mercado. Es por ello que, cuando hay recesión, la política correcta radica en hallar los medios para liberar, y no constreñir, las fuerzas productivas.

Cualquier estímulo no debe originarse en el incremento del gasto público, sino en políticas y medidas que motiven la inversión y permitan revivir la actividad económica que ha sido afectada. El mensaje gubernamental debe evitar que la conciencia de la opinión pública interprete las medidas de ajuste propuestas como un aprovechamiento oportunista de la circunstancia del terremoto para alimentar el gasto ya programado.

Hay que considerar también que los impuestos impactan negativamente la distribución de los ingresos. El incremento del IVA, por ejemplo, puede producir alrededor de $1.000 millones, pero por ser un impuesto indirecto afectará más a los más vulnerables, incluyendo a quienes habitan en las áreas afectadas y han visto sus vidas, por no hablar de sus economías familiares, colapsadas. Los costos incurridos en la tributación son trasladados a través de la cadena de valor, cuyo eslabón más débil lo constituyen los hogares, y afectan los ingresos. La recesión afecta además la inversión y por lo tanto la creación de empleos productivos.

El proceso de reconstrucción de la infraestructura pública, que en el discurso gubernamental es el justificativo del paquete de impuestos, tomará algún tiempo en iniciarse, pues primero habrá que hacer la remoción de escombros y limpieza, la planificación de la nueva infraestructura, y posteriormente la construcción misma. Para evitar que los recursos originados en los aportes internos, los créditos externos y las donaciones mismas sean destinados a solventar el gasto corriente actual, consideramos que se debe conformar un fondo de acumulación específico para los fines de la reconstrucción.

En conclusión: no más impuestos, sí a la reestructuración y revisión del gasto, y también a la adopción de fórmulas idóneas que sean económica y políticamente viables.