La ilusion china

El manejo de China de su tipo de cambio fijo sigue teniendo en vilo a los mercados financieros globales. La incertidumbre actual acerca de la devaluación del renminbi genera temores de que las fuerzas deflacionarias barran los mercados emergentes y supongan un duro golpe a las economías desarrolladas, donde las tasas de interés están en cero o cerca de cero (por lo que no se pueden reducir más como defensa ante presiones deflacionarias externas). La situación de parálisis fiscal en Europa y EE. UU. no hace más que elevar la sensación de inquietud. El actual arranque de ansiedad por el tipo de cambio es un síntoma de que la transición china desde un crecimiento basado en exportaciones a uno centrado en consumo interno está sufriendo más problemas que lo esperado. Para algunos no ha habido mella en las visiones de las maravillas del capitalismo con características chinas. Están convencidos de que, tras más de tres décadas de crecimiento dirigido desde el Estado, los líderes de China sabrán qué hacer para sortear cualquier tropiezo en su economía. Los partidarios de una economía basada en la oferta, aplicarían terapia de choque al trepidante sector estatal chino e integrarían inmediatamente sus subdesarrollados mercados de capitales al turbulento sistema financiero global de hoy en día. Pero el poder del mercado para transformar China no se manifestará en una economía estancada, donde ese tipo de medidas agravarían las fuerzas deflacionarias y generarían resultados calamitosos. Para dar credibilidad a las políticas será necesario reducir los confusos incentivos y garantías estatales en el nivel microeconómico, así como reforzar la demanda agregada con medidas fiscales que apuntalen los sectores económicos esenciales para el nuevo modelo de desarrollo. Reducir abruptamente el sector estatal y esperar que se produzca una transformación desde la austeridad no es el camino a seguir. Los historiadores económicos han demostrado convincentemente que una economía en transición necesita una fuerte demanda agregada para llevar recursos a nuevos sectores. Si tanto los sectores nuevos como los antiguos de una economía se encuentran en dificultades, habrá problemas en la formación de capital, bajará la inversión en actualización del capital humano y se paralizará el ajuste estructural. El sistema híbrido chino impide que la asignación del crédito sirva de catalizador para el desarrollo, al tiempo que crea y sostiene intereses creados que se oponen a las reformas. Sin duda, la profundidad de la transformación dependerá del financiamiento basado en un mercado de bonos soberanos sólido, lo que no puede ocurrir a menos que se solucionen los pasivos contingentes del Gobierno. China debe redirigir los recursos para reforzar la demanda interna y nutrir los sectores más nuevos de alto valor. Las reformas que el país necesita no se pueden realizar en momentos de recesión económica ni mediante una gran devaluación del tipo de cambio que genere deflación en todo el mundo. El crecimiento basado en exportaciones ahora es inviable por el estancamiento de la demanda de Occidente.

Project Syndicate