Un huesped incomodo

Julian Assange, ahora ya perdonado por los suecos que lo acusaban de un delito sexual pero que no ha logrado ganarse la lástima de los ingleses, es un huésped bastante incómodo que hace más de un quinquenio reside en nuestra sede diplomática de la ‘city’. Y tal es esta realidad que el propio presidente de la nación que le concedió el asilo, en el viaje que está realizando a la patria de Shakespeare, no ha querido ingresar a su embajada para no tener que toparse con el australiano, con quien tendría que, sin olvidar las reglas de elemental cortesía, saludarse y cruzar algunas palabras.

Existe además el antecedente de que quien es ahora nuestro compatriota por efecto de la naturalización que le concedió la entonces canciller -cuando estaba a punto de ganar una importante elección en la ONU-, ha cumplido ciertas travesuras, por llamarlas de alguna manera, violando su condición de asilado. Es la más grave aquella en la que utilizando los WikiLeaks, de su legítima invención, intervino en las elecciones presidenciales de la poderosa nación norteamericana para, acusando y calumniando a la candidata demócrata Hillary Clinton, lograr el triunfo del republicano Donald Trump que, a nuestro entender y de la mayoría de ciudadanos del mundo, ha sido uno de los mandatarios más nefastos del enorme país del norte, considerado primera potencia mundial (hasta que la China lo empate y hasta lo supere, según los cálculos optimistas de los llamados “antiimperialistas”). Esto sin olvidar, por supuesto, que también participó en el intento de desmembración de España, apoyando a los separatistas catalanes. Posiblemente, de tenerlo un tiempo más como huésped poco deseable, participe en alguna nueva actividad política que, de seguro, no será de la satisfacción ni orgullo de los ecuatorianos.

Su permanencia en la embajada nos recuerda el famoso caso similar del peruano Raúl Haya de la Torre, fundador del APRA, que estuvo algunos años enclaustrado en la embajada colombiana en Lima, por su oposición a Odría. Y pudo salir libre solo cuando cayó el dictador. Pero en el caso actual, ni la muerte de la anciana reina Isabel le devolvería su libertad a Assange, dado el tipo de monarquía inglesa, que es parlamentaria.