Una casa del Centro Histórico fue adquirida en comodato para que funcione el organismo.

Hijos de personas privadas de su libertad y de exreos encuentran un refugio

La fundación Wiñarina ayuda para que no corran con la misma suerte.

Dos arcos verdes están en los extremos del amplio patio. Es la casa donde se encuentra la fundación Wiñarina, Centro Histórico de la capital.

En la mitad, un grupo de 26 niños se toma de las manos y forma un círculo. Están cercando al ‘gato’ que busca al ‘ratón’, en el clásico juego infantil que, esta vez, llena de alegría ese sitio.

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Los chiquillos son, en su mayoría, hijos de personas privadas de su libertad (PPL), quienes se encuentran, generalmente, en el Centro de Rehabilitación Social de Latacunga, capital de Cotopaxi. Hay otros cuyos progenitores también estuvieron inmersos en conflictos con la ley, pero que cumplieron una sentencia.

Kevin Cruz es director de este proyecto denominado Mushuc Pacari y durante 7 años han ayudado a parientes de PPL y ex PPL. “Aunque es un trabajo integral, es decir, para toda la familia”, indica.

Hace 23 años se creó primero un colegio a distancia con el mismo nombre de la fundación. Se logró que muchos familiares de PPL pudieran graduarse para conseguir un trabajo.

Aunque en estas labores se dieron cuenta de que los hijos de los reclusos han quedado a un lado. “Nos centramos en el rescate de los chicos para que no repitan lo que sus padres han hecho anteriormente”, especifica Cruz, sentado en una oficina.

Talleres

Los chicos asisten desde que salen de las escuelas hasta las cuatro de la tarde. Si ellos estudian en el horario vespertino, entran a las 08:00 hasta la hora en la que deban ir a sus instituciones educativas.

“Se les brinda un almuerzo. Luego empiezan a hacer sus deberes y los dirigimos con los maestros que tenemos”, precisa. A eso se suman los talleres desarrollados para los muchachos. Estos son el de arte, el de danza, de gimnasio y de artes marciales.

Malena Navarrete es la encargada del primer taller. Ella tiene diferentes actividades debido a las edades de sus alumnos. Se llevan a cabo artes plásticas como la pintura de agua, crayones, elaboración de máscaras, entre otros. La profesora es especializada en psicología y pedagogía.

¿Cómo se los admite? Cruz indica que se hacen visitas, en este caso, al CRS de Latacunga. Los trabajadores del lugar les entregan carpetas de las personas que aplicaron para recibir la ayuda de la fundación y se hace un análisis.

Algo a tomarse en cuenta es que gente involucrada en asesinatos o violaciones a menores de edad muy difícilmente podrán tener derecho al servicio. Esto por la delicadeza que representa manejar este tema.

Cuando se tratan de expresidiarios, los casos son referidos, ya sea por las instituciones educativas o porque los interesados se enteraron de la fundación a través de terceras personas. Todo es gratuito y lo único que se pide son hojas así como dos tintas para las impresoras. La idea es que los chicos hagan sus deberes y los impriman para entregarlos en clases.

Cuando la jornada está por terminar, les dan un refrigerio. A veces es un sánduche y un jugo, comida que, en la mayoría, será la única que lleven en sus estómagos hasta el siguiente día. (MAG)