Heil Bolsonaro

¿En qué se diferencian Adolf Hitler y Jair Bolsonaro? En que Hitler usaba bigote. Antes de llegar al poder todos los líderes fascistas y autocráticos del mundo se han vendido como redentores, salvadores y refundadores de la patria, los únicos limpios de corrupción, llamados a rescatar los valores tradicionales, la autoestima de los ciudadanos y la credibilidad de la nación.

¿Por qué los brasileños están dispuestos a elegir como presidente a un fascista (“estoy a favor de la tortura”, “defiendo la pena de muerte”, “el error de la dictadura fue torturar, no matar”, “hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen, si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire”), racista (“los afrodescendientes no hacen nada, creo que ni como reproductores sirven”, “los indios son hediondos, no educados y no hablantes de nuestra lengua”), homófobo (“sería incapaz de amar un hijo homosexual, prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí”) y sexista (“no emplearía (hombres y mujeres) con el mismo salario”, “tuve cuatro hijos y en un momento de debilidad, tuve una hija”)?

En un manifiesto público, 300 de los más respetados intelectuales, juristas, escritores, artistas, músicos, cineastas y científicos de Brasil declaran: “Jair Bolsonaro representa una franca amenaza a nuestro patrimonio civilizatorio primordial”, por lo que se hace necesario “tener la máxima claridad de la responsabilidad histórica de la elección que haremos” y “sumar fuerzas en defensa de la libertad, la tolerancia y nuestro destino colectivo”.

Este domingo 28 de octubre, y aunque no les termine de gustar, muchos brasileños votarán por Bolsonaro porque “no es un ladrón”. Lo lamentable es que, al igual que en otros países de América Latina (incluido Ecuador), el paso por el poder de una izquierda cleptocrática y autoritaria esté permitiendo que la ultraderecha sea vista como la única alternativa posible de gobierno. Ya lo ha advertido Manuel Castells: “Brasil está en peligro. Y con Brasil el mundo”. Cuando los brasileños se den cuenta ya será tarde.