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La Guerra Fria de Oriente Medio

La ruptura de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita es un punto de inflexión peligroso en una región ya inestable y desgarrada por la guerra. El disparador fue la ejecución por parte de Arabia Saudita de Nimr al-Nimr, jeque chiita agitador que había reclamado el fin de la monarquía en el país. Pero la ruptura tiene raíces en una rivalidad estratégica que se extiende por todo Oriente Medio. Las tensiones se remontan a muchas décadas y se volvieron agudas después de la Revolución Islámica de Irán en 1979. El líder de la revolución, el ayatolá Jomeini, no ocultaba su desprecio por la familia real saudita; rápidamente posicionó a Irán como defensor de “los oprimidos” contra “las fuerzas de la arrogancia” -EE. UU., Arabia Saudita e Israel. Sin embargo, la rivalidad es sobre todo una disputa pragmática por intereses regionales. Como Irán considera que el orden político en el mundo árabe responde a los intereses de sus enemigos, ha intentado continuamente derrocarlo, patrocinando a grupos terroristas y desplegando representantes para establecer y expandir su influencia en la región: peregrinos revoltosos en La Meca, atacantes suicidas en Líbano y militantes de Hizbulá, que han lanzado ataques contra Israel y, más recientemente, combatieron a grupos rebeldes respaldados por los sauditas en Siria. Hasta comienzos del siglo, la respuesta de Arabia Saudita fue intentar establecer su legitimidad islámica a través del cumplimiento estricto de los dictados de la religión y del respaldo de causas liberadoras musulmanas en el exterior. Pero en las últimas décadas, la guerra fría entre las dos potencias regionales se recalentó. Después que la invasión de Irak en 2003 condujo a la formación de un Gobierno dominado por chiitas en Bagdad, las autoridades de Arabia Saudita observaron con alarma cómo Irán extendía su influencia en todo Oriente Medio. En 2006, Hizbulá combatió a Israel hasta un estancamiento en Líbano. Luego, en 2014, rebeldes chiitas hutíes -otro grupo apoderado iraní- conquistaron la capital de Yemen. En los palacios reales de Riad, la perspectiva de levantamientos respaldados por los iraníes en Baréin -o en Arabia Saudita- comenzó a parecer plausible hasta un punto alarmante. Las cosas llegaron a un punto crítico en 2015, cuando EE. UU. y los otros cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las NN. UU. (más Alemania) alcanzaron un pacto nuclear con Irán, acordando levantar sus sanciones económicas y permitiéndole mantener su influencia regional. Frente a los aliados o representantes iraníes que operaban en Siria, Irak, Líbano y Yemen, los líderes de Arabia Saudita se sintieron cada vez más acorralados. Desde el ascenso de Salman bin Abdulaziz al trono en enero de 2015, el principal objetivo estratégico del reino ha sido reducir la influencia de Irán -con o sin la ayuda de EE. UU. Los principales campos de batalla donde está en juego la rivalidad son Siria y Yemen. En Siria, Arabia Saudita ha dedicado sus esfuerzos al derrocamiento del presidente Al-Asad, aliado iraní clave. Irán, por su parte, sigue respaldando a Asad, con la ayuda de Rusia.

Project Syndicate