Los buses urbanos de numerosos sectores son uno de los focos de riesgo, donde falsos vendedores ambulantes de la ciudad cometen más asaltos a diario.

Guayaquil es una ratonera

El 35,8 % de los robos a personas cometidos en Guayaquil, así como el 28,5 de los que afectan a locales y el 39,3 de los centrados en accesorios, se llevan a cabo en los 9,8 km2 que abarcan estas diez zonas problemáticas.

“Casi me matan por robarme el celular y el carro. Dos sujetos me interceptaron cuando el semáforo marcaba la roja en Ayacucho y Quito. Dispararon al aire, me golpearon en la cabeza y me dieron un cachazo. Nadie me auxilió. Desde entonces, los he visto tres veces allí. La delincuencia amedrenta, causa temor y nadie hace nada. Las autoridades deben responder”.

René Villón, vecino de Guayacanes.

El miedo es proporcional al hartazgo, un acompañante inevitable y cotidiano dado que la ciudad cuenta con cinco estigmas, donde la presencia de delincuentes se ha convertido en un mal enquistado que nadie extirpa. Semáforos, zonas mal iluminadas, buses urbanos, taxis informales y motos, así como sectores donde la Policía parece impotente, son las ratoneras preferidas por el hampa.

Los ciudadanos respiran la inseguridad en cualquier calle de Guayaquil, a cualquier hora. Y apuntan a la Policía, al Gobierno, a la Fiscalía y a la Judicatura como responsables del problema.

1. LOS SEMÁFOROS

Los semáforos son una zona de máximo riesgo, sobre todo en horas pico. Los asaltantes detectan a su objetivo, normalmente un conductor cercado por otros autos, y arremeten pistola en mano. “La avenida Quito, la Francisco de Orellana, la Juan Tanca Marengo, la Perimetral, la 25 de Julio, los alrededores del cerro Santa Ana, el malecón Simón Bolívar o la Julián Coronel” son algunos de los puntos donde más comunes se han vuelto estas prácticas, según fuentes policiales y numerosos afectados.

‘Juan’ no se atreve a hablar a cara descubierta. Ha sufrido tres robos en la Julián Coronel, que atraviesa a diario para ir y volver del trabajo. En el último, era de día cuando cinco adolescentes armados rodearon su carro y le arrebataron el teléfono: “Con la luz roja, miro a todos lados aterrado y pongo el pie sobre el acelerador. Es insoportable”.

2. MALA ILUMINACIÓN

La oscuridad es el mejor aliado de los malhechores. Agazapados detrás de esquinas, viviendas y carros, localizan los puntos peor iluminados para actuar.

Sara London vive bajo un toque de queda autoimpuesto desde que dos sujetos fueron asesinados el 11 de octubre en su vecindario, la cooperativa Fertisa. A partir de las 19:00 se enclaustra por la “escasez” de farolas. “Tienes que cuidar a los niños hasta cuando salen a jugar”, denuncia.

El problema se repite en calles adyacentes a “la 9 de Octubre, Antepara, 10 de Agosto, Colón, Sauces, Guayacanes, la Kennedy, Samanes, el parque lineal, Urdesa o la San Martín”, añaden las fuentes policiales consultadas. Rafael Bravo, quien reside en esta última, extrema las precauciones cada vez que saca a su perro. Se quita los objetos de valor y, en cuanto escucha una moto o unos pasos, se pone alerta: “A dos cuadras de aquí los asaltos son muy habituales”.

3. VENDEDORES AMBULANTES

Algunos maleantes se hacen pasar por vendedores ambulantes para subir a los buses y, una vez dentro, sacar sus armas de fuego con el fin de sustraer todos los objetos de valor que portan los usuarios, así como la plata de los pasajes. “La avenida de las Américas, Quito, Machala, Casuarina, Benjamín Rosales, Juan Tanca Marengo, Pedro Pablo Gómez, Francisco de Orellana, Alborada...”. La lista donde se registran estos episodios parece no tener fin.

Vanessa Cordero fue testigo y víctima. El malhechor se sentó a su lado, le apuntó en el abdomen y le quitó el celular. Su compinche aguardaba en el exterior del bus, de modo que el primero le iba pasando las pertenencias robadas por una ventana. Antes de que llegaran los policías, habían huido: “Conozco a vendedores que son honrados, pero cada día aparecen más que no lo son. Es terrible pensar que no puedes coger un bus tranquila. La Policía debe tomar cartas en el asunto”.

4. MOTOS Y TAXIS INFORMALES

Actúan en sectores como “el centro, La Florida, la Casuarina, la Portete, la Trinitaria, el barrio Nigeria, Socio Vivienda y alrededores de ‘malls’ y de la terminal terrestre”. Los delincuentes motorizados suelen circular de dos en dos, de modo que uno conduce y el segundo arrancha bolsos y celulares a la carrera. Otros se detienen al lado de algún auto y, a punta de revólver, exigen la entrega de celulares y efectivo a sus ocupantes.

Geovana Escobar padeció un robo de este tipo cuando la despojaron de su teléfono mientras llegaba a casa, en Socio Vivienda 2. “Aquí roban en moto, en bicicleta y a pie. Es un infierno”.

Además, los taxistas informales que operan conchabados con bandas se han convertido en otro importante foco de inseguridad. Alejandra Cotapo fue víctima de un secuestro exprés en el malecón Simón Bolívar. Se embarcó en una unidad, que aparentemente tenía el permiso en regla. Pero al salir del túnel de Santa Ana, el conductor dejó subir a dos individuos que la obligaron a entregar sus cosas personales. Luego la llevaron a la Perimetral, donde la manosearon y la botaron: “Tienes que esconder las cosas antes de salir. A fin de mes, los choros se alborotan, es horrible. No quiero que mi hija crezca en un ambiente así. La Fiscalía y los jueces deben ser mucho más severos”.

5. PATRULLAJES

La labor preventiva de la Policía Nacional, en forma de controles, operativos y patrullajes, no ha erradicado la delincuencia en sectores tan vulnerables como Socio Vivienda 1 y 2, donde los reclamos de seguridad son constantes y aún esperan la presencia militar barajada por el gobernador del Guayas, José Francisco Cevallos.

Aunque el Ministerio del Interior destinó 383 agentes para vigilar ambas etapas, al menos dos personas fueron asesinadas a balazos en los dos últimos meses (desde enero hasta el 1 de noviembre, se produjeron 160 muertes violentas en Guayaquil, según fuentes de la Dinased).

Marjorie Martillo vive en la 12 y Francisco Segura, otro punto conflictivo. Afirma que los controles le aportan “algo de tranquilidad”, pero entiende que no sirven para acabar con los criminales: “La semana pasada, estábamos sentadas fuera de casa y nos quisieron asaltar”.

El problema, como detalla uno de los gendarmes a cargo de un operativo, es la exposición de los uniformados, que alerta a los pillos y los empuja a desplazarse por otras calles.