Ciudad. En barrios tradicionales como El Centenario, se pueden observar numerosas villas abandonadas.

Guayaquil se desprende de la tradicion de los barrios

EXPRESO publicó ayer que, en los últimos años, cerca de 141.000 personas se han mudado de Guayaquil a ciudadelas cerradas en las vías de expansión de la urbe, entre ellas, a la costa, a Samborondón, a Salitre, a La Aurora, vía a Daule y la avenida Narc

Diana Sotomayor Zevallos y

Mariella Toranzos Narváez

Para Plácido Peña, su cuadra es sinónimo de nostalgia. Caminar desde su casa en la calle Todos los Santos hasta la Víctor Emilio Estrada es, para el jubilado de 79 años, hacer un recuento de pérdidas; casas que ya no existen, amigos que se mudaron.

En su manzana solo quedan cuatro casas. De las demás, se queja, solo restan las fachadas. Por dentro son oficinas o apartamentos de alquiler.

“De la Urdesa que yo conocí, en la que construí mi hogar y crié a mis hijos solo está el recuerdo. Ahora todos son negocios, cafeterías. La gente joven se fue de aquí”, subraya.

Con él coincide Margarita Murillo, quien también se mantiene en la casa a la que llegó en los setenta.

“Urdesa era un barrio residencial, la gente se conocía. Pero la zona se volvió comercial, peligrosa. Casi todos los que aún vivimos aquí somos personas mayores. Mis hijos y mis sobrinos, se han ido a la vía a la costa o Samborondón”, dice.

En El Centenario, otro de los barrios insignes del Puerto Principal, la historia se repite. Un alto porcentaje de las mansiones que deslumbraban a los visitantes en los años cincuenta y sesenta hoy lucen abandonadas.

Los jóvenes, asevera José Antonio Ortiz, morador desde hace treinta y siete años, se han ido. “Es una pena porque en las noches no hay ni un alma. Solo quedamos viejos y el barrio se ha ido despintando”.

Para Washington Sigüenza, presidente del Comité Pro Mejoras de Sauces 2, esta tendencia de ‘migrar’, que se la percibe también en su sector -además de la Alborada, La Garzota, Los Samanes y Guayacanes (según los vecinos), surge principalmente por la inseguridad.

Reconoce vivir en una zona privilegiada, “rodeada, como la mayoría de barrios del norte, de parques, colegios, mercados, bancos...”, sin embargo, explica, la delincuencia y el consumo de drogas ha obligado a los moradores, al menos en la última década, a “vivir amurallados”. En zonas caóticas sin espacios públicos, ni áreas verdes, como la vía a Samborondón.

Para Gustavo Rivadeneira, presidente del Comité Pro Mejoras del barrio del Salado, esta pérdida de identidad, término con el que cataloga a este fenómeno de ‘olvidar’ las raíces de una ciudadela, está más vinculada con el comportamiento del ciudadano. “Es él quien se olvida de lo que fue su zona, tiene y simboliza. Y entonces la gente deja de luchar por mantenerse ahí, por seguir unidos”, precisa.

Para evitar la transición Rivadeneira, quien asegura que estos barrios son importantes para incentivar el turismo -cita el caso de El Caminito en Buenos Aires- ha empezado a revivir su historia con charlas, fotografías, seminarios, exhibiciones. “Con actividades como estas he reforzado la identidad. Ha sido duro, pero he frenado la salida de los residentes”, matiza, al asegurar que si no se trabaja en conjunto (autoridades/comunidad) en ello, “en 4 años, Guayaquil no tendrá barrios que mostrar”.

El desarrollo urbano debe controlarse

Para la arquitecta y catedrática Lourdes Santibáñez, el crecimiento urbano en ciudadelas puede detenerse, siempre y cuando el Cabildo quiera. “En Santiago de Chile, por ejemplo, el municipio dio incentivos a quienes se mudaban al casco urbano, así recuperaron una parte emblemática de esa ciudad. Haciendo eso y regulando el desarrollo desmedido, los barrios pueden recuperarse”, comentó.