Fractura de la seguridad
Estar seguro en Guayaquil, en el gran Guayaquil, ese que abarca Samborondón, Daule, Durán y la vía a la costa, se vuelve algo cada vez más utópico. Todos los límites han sido sobrepasados por la delincuencia. Incluso las ciudadelas cerradas, a las que ha migrado un importante porcentaje de la población buscando estar a salvo, han visto vulnerados sus mecanismos de defensa. El reciente asesinato de dos personas en una urbanización privada ha generado conmoción entre los guayaquileños, que ante el incremento sostenido de asaltos y robos, y la evidente vulnerabilidad a que están expuestos, ven potencialmente aumentadas las posibilidades de convertirse en la próxima víctima.
La falta de denuncia de los hechos delincuenciales -tal vez por miedo a represalias- puede dar una idea inexacta a las autoridades, generando la percepción de que los delitos han disminuido. Pero resulta innegable que la ciudadanía no encuentra ya ningún espacio urbano que pueda ser considerado como inexpugnable.
Una de las consecuencias inmediatas de la falta de empleo y de una crisis económica es el crecimiento de los actos delictivos. Y esa es la realidad que viven la ciudad y el país entero. Por ello resulta indispensable que las fuerzas públicas den paso a una estrategia de contingencia que permita frenar la ola delictiva. Esta iniciativa requerirá de una especial creatividad que supere el sorprendente ingenio de los delincuentes, y de la difusión de una campaña de prevención que lleve a la población a permanecer alerta y a tomar medidas recomendadas por expertos en seguridad, para minimizar, en lo posible, los riesgos.
De igual forma el esfuerzo privado no debe decaer. La tecnología y las comunicaciones globales han dado lugar a que los hogares puedan -virtualmente- volverse indefensos, aun cuando estén localizados en áreas muy resguardadas, como puede ocurrir a través de un popular servicio internacional de alquiler de viviendas entre particulares, el cual es preferido por viajeros con recursos limitados que buscan una tarifa más asequible que las de los hoteles. En el exterior ya se han reportado casos en que las cuentas de usuarios han sido manipuladas por delincuentes que han usurpado identidades, suplantando a los verdaderos huéspedes. En nuestra ciudad este servicio se está volviendo una práctica común y con estos antecedentes habrá que tomar precauciones para evitar incidentes desagradables.