Comercio. Lenny Pesantes es una de las propietarias que vende los cestos de duda, materia prima que la traen los comuneros de la Sierra central.

La fibra de duda se transforma en canastas

Las hábiles manos de los artesanos azuayos elaboran adornos utilizando la fibra de duda y los exhiben en su natal parroquia San Joaquín, ubicada cerca del Cajas y conocida por esta actividad artesanal.

Las hábiles manos de los artesanos azuayos elaboran adornos utilizando la fibra de duda y los exhiben en su natal parroquia San Joaquín, ubicada cerca del Cajas y conocida por esta actividad artesanal.

Algunos comercializan sus productos en Guayaquil, como Sonia Ochoa, de 34 años, quien recorre los mercados del puerto entregando sus manualidades. Viaja cada 15 días a hacerlo.

La mayoría de habitantes de la parroquia San Joaquín, cantón Cuenca, provincia del Azuay, se dedica a la elaboración de cestos y canastas navideñas con el material mencionado.

Según Ochoa, luego de abastecerse de la fibra de duda que le llega en camiones desde Pallatanga, Molleturo o Pujilí, le hace el proceso del corte y secado, antes de realizar el tejido de los cestos de esta materia prima de utilización ancestral.

Trabaja con dos ayudantes, especialmente en diciembre en que las ventas y pedidos aumentan; pasado este mes festivo, lo hace con solo uno.

Ochoa, sentada y cobijada por el calor hogareño, cuenta que logra tejer alrededor de dos docenas diarias. Ella es firme al apoyar el esfuerzo de los demás artesanos de su tierra, por ello les compra sus manualidades para aumentar el stock de productos que ofrece en el Puerto Principal, donde se ubica la mayor parte de sus clientes.

Uno de los locales que expenden estos objetos de fibra en el puerto es la Casa de Mimbre, donde llegan los productos elaborados desde varias provincias del país. Este local es uno de los puntos de encuentro de los artesanos en este material; otros son el Mercado Artesanal, de las Flores y el Central.

Según Cecilia Suárez Vacuilima, artesana, “la situación ya no es como antes”. Y lo explica asegurando que ellos (los artesanos) vendían directamente sus canastos, “ahora se valen de unos pocos revendedores que viajan a varios cantones del país, entre ellos Guayaquil; nosotros trabajamos para ellos, ganamos poco, pero podemos continuar con la tradición del tejido”.

Ella realiza esta actividad junto con su hermana. Entre las dos mantienen la tradición que heredaron de sus padres. Antes hacían canastos más grandes que los vendían como guardarropas, ahora la demanda ha disminuido, viéndose en la necesidad de elaborar únicamente canastos pequeños, que son los más solicitados para perfumería, matrimonios y como adornos para la Navidad. (F)

Mujeres creativas en el Azuay

Las fibras que más utilizan los tejedores de canastos son: la paja toquilla, el carrizo, que crece silvestre en la montaña, y la duda. Con cuchillos y tijeras en mano las convierten en objetos utilitarios para el hogar, tales como macetas, cunas, etc.

El tipo de tejido depende de la capacidad creativa del artesano. En pueblos cercanos, como Barabón Chico, San José, se dedican también al tejido, pero como algo complementario, pues viven de la ganadería y del cultivo de hortalizas. Estos artesanos no cuentan en la actualidad con una asociación, lo tienen como proyecto a futuro.