Fe, esperanza y amor en la vejez

Por circunstancias de la vida visito frecuentemente un asilo de ancianos. Muchos de ellos ya no participan en ninguna conversación. Uno quisiera darles un mensaje de afecto y aliento, pero les cuesta comunicarse por su estado mental. Otros, en el ocaso de sus vidas, han tenido un rejuvenecimiento espiritual acercándose a Dios; sus rostros y actitudes reflejan amor, alegría, paz y paciencia, a pesar de sus circunstancias personales. Nadie sabe si mañana estaremos vivos ni tampoco estamos seguros de llegar a la vejez. Por eso, sigamos el ejemplo de los referidos ancianos y busquemos a Cristo ahora que aún estamos ‘morochones’ con buena salud y con todas nuestras capacidades intelectuales.

Miguel Ulloa Paredes