
El FBI tras la pista de los “ataques acusticos”
Un grupo de diplomáticos estadounidenses está afectado por “incidentes” no determinados. Cuba deslinda responsabilidades.
Redacción / Agencias/ El País
El FBI investiga sin resultados la responsabilidad del misterioso ataque a diplomáticos de EE. UU. en Cuba. La cifra de americanos afectados subió a 21 esta semana. También cinco diplomáticos canadienses destinados en La Habana han sido víctima de lo que primero se ha descrito como un posible “ataque sónico” y que ahora el Departamento de Estado define con un vago “ataque a la salud”.
Entre noviembre de 2016 y la primavera de 2017 se detectaron entre los afectados síntomas variados como mareos, confusión mental, sordera y lagunas de vocabulario básico. Algunos han sufrido daños auditivos permanentes o afectaciones en el sistema nervioso.
Los enigmáticos ataques se produjeron en las casas de los diplomáticos y al menos en un caso revelado por Associated Press en el emblemático hotel Capri (de propiedad estatal, pero gestionado por la cadena española NH), donde un funcionario de EE. UU. pudo sentir en cama un sonido agudo y focalizado que desaparecía en cuanto se movía a otro lado de la habitación, como si tuviera la precisión de un láser.
La hipótesis de un ataque acústico no acaba de cuajar entre la inteligencia americana porque los daños cerebrales registrados no se explican científicamente con base en ningún aparato que emita ondas sonoras. Pero de acuerdo con fuentes de la pesquisa citadas por medios estadounidenses, algunas víctimas aseguraron que habían sentido sonidos estridentes sin explicación. Y los daños auditivos son un hecho.
Una funcionaria del Departamento de Estado, Heather Nauert, informó el viernes que no se han reportado nuevos incidentes desde fines de agosto, pero que los exámenes continúan.
Al respecto, un grupo de senadores republicanos llamó a Washington a adoptar represalias por un supuesto “ataque acústico” contra diplomáticos estadounidenses en Cuba, como expulsar a representantes cubanos o incluso cerrar la embajada en La Habana.
En una carta, los cinco senadores republicanos (Tom Cotton, Richard Burr, John Cornyn, Marco Rubio y James Lankford) pidieron al secretario de Estado, Rex Tillerson, que le recuerde al Gobierno cubano sus responsabilidades hacia los diplomáticos.
Dos teorías bailan en torno al enigma. Una, que disidentes del aparato de inteligencia cubano ejecutaron la operación para boicotear el deshielo entre Washington y La Habana. La otra, que un tercer rival de Estados Unidos (se habla de Rusia, Irán o Corea del Norte) llevó a cabo el ataque, quizás con ayuda de agentes cubanos díscolos. Se considera inverosímil que el Gobierno cubano haya podido ordenarlo. Inmerso en la mejora de las relaciones con el vecino y necesitado de atraer a sus turistas e inversores, el gabinete del general Raúl Castro se habría clavado una punta en el dedo gordo al tiempo que daba la mano a EE. UU.