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El famoso anticipo

Voceros del Partido Social Cristiano hacen reiterada referencia a una derogatoria del anticipo al Impuesto a la Renta. Nebot repite que es una aberración (¿alguien lo duda?). Luego Falquez padre, legislador electo. Después otros insisten en el tema.

Informan su voluntad implícita de hacer migas con el oficialismo si es que los 74 legisladores apistas despuntan favorablemente en ese tema. Bajo el razonamiento de que el socialcristianismo siempre habría estado en contra de más impuestos, quedaría justificada una coalición con el bloque país, al menos sobre este tema.

Coincido con el argumento obvio para derogar finalmente el anticipo: ¿por qué pagar impuesto a la renta anticipado si no se sabe siquiera si habrá renta y, peor aún, si finalmente no la hay? Pero más allá de que el socialcristianismo solo necesita justificar a estas alturas una eventual alianza con el Gobierno para proteger las formas, un recuento de la vida jurídica del anticipo ofrece motivos adicionales para justificar su derogatoria.

La motivación y la técnica regulatoria detrás del anticipo resultaron deficientes. En los 10 años de su vigencia, Correa tuvo que reformarlo media docena de veces; firmó más de 20 decretos exonerando a determinados sectores de su aplicación, aceptando que su cálculo les era pernicioso. Si bien es cierto que estas exoneraciones fueron políticas, como lo muestra que el trámite de algunas haya tomado 9 días y meses el de otras, son también clara expresión de la disfuncionalidad del impuesto.

Celebro las expresiones del presidente electo de que no le gusta hacerse el académico y que prefiere la síntesis rápida, la conclusión práctica. Por eso el dogal que representa el anticipo para la liquidez de las empresas debe levantarse, para no seguir frenando la actividad económica, por un lado, ni forzando al Gobierno y a la legislatura a trabajar doble. Por “timing”, quizá en AP prefieran esperar hasta que el SRI haya cobrado la próxima cuota de anticipo, pero cada día de retrasar las cosas importantes es un día de retrasar las cosas importantes.