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Extranjero fue sepultado con honores indigenas

Hombres y mujeres desempolvaron sus sombreros marrones y los utilizaron en señal de luto por el ser querido que se fue.

Tradición. Los asistentes al sepelio realizaron varios juegos tradicionales de la etnia como parte de los rituales.

Hombres y mujeres desempolvaron sus sombreros marrones y los utilizaron en señal de luto por el ser querido que se fue. Esa es parte de una de las tradiciones del pueblo kichwa de Salasaka, Pelileo, como señal de respeto a un ser querido. Ayer despidieron a Robert, un voluntario oriundo de Los Ángeles-California, quien murió a causa de una neumonía.

“Los sombreros marrones solo lo utilizan cuando el finado es un miembro de la familia, pero en este caso Robert, aunque era extranjero, fue adoptado como alguien nuestro porque ayudó mucho a la gente”, expresó Rufino Masaquiza, docente e historiador de Salasaka.

La muerte del voluntario de 84 años ocurrió el domingo 13, su última voluntad fue que lo entierren en la comunidad y frente al Chimborazo, lugar que él mismo escogió para su tumba. Rufino mencionó que según la tradición de la comunidad, al ser querido que ha muerto se lo viste con los mejores trajes, eso hicieron con el voluntario, a quien le colocaron la vestimenta indígena que le fue regalada en vida.

Además, repartieron la chicha del tzawar mishki (bebida dulce extraída del penco), jugaron con el huairo, que es una especie de dado, pero se lo diseña en un hueso. Según el historiador, ese juego numérico se lo practicaba desde el tiempo de los incas, lo hacen como una forma de alegrar al difunto.

En el pueblo Salasaka la idea es que las almas no deben irse tristes, sino alegres y por eso se realizaban diversos juegos que se han perdido con el tiempo, el huayro aún se mantiene.

Rufino Masaquiza también explicó que cada comunidad de Salasaka tiene un camino destinado para el traslado de los difuntos y lo hacen de manera recta, donde a la mitad del trayecto hay un lugar para descansar. “Es obligatorio que deben hacer descansar al muerto, es una manera simbólica para que el alma descanse en paz”, expresó.

El recorrido fue por los lugares donde hizo alguna obra especial y luego fue llevado a la Iglesia Central de la parroquia, donde se escucharon oraciones en kichwa y español.

Ángel Parra, historiador y uno de los voluntarios que ayudaba a Robert, mencionó que llegó a amar tanto a Salasaka que pidió ser enterrado en la parroquia y con vista al Chimborazo.

Hoy, la comunidad continuará con los rituales y en el cerro sagrado de Katitawua, cuyo significado en español es “Sigue en Cuarto Lugar”, despedirán al alma. “Según las creencias del pueblo Salasaka, un día está destinado para sepultar al cuerpo y al siguiente día despiden el alma para que vaya tranquila”, aseguró el historiador.

El cuerpo fue llevado primero a Manguihua Cochapamba, donde más de 300 personas le rindieron sus honores, llegaron con sus sombreros color bronce.

El extranjero cuando llegó al Ecuador vivió en Ambato y Baños, pero fue en Salasaka donde se radicó.

Los nativos lo consideraban como un padre porque se preocupó en especial de la educación y fomentó que los más pequeños tengan amor a sus raíces. (F)

Sepelio

Al otro día despiden el alma

La familia del voluntario estadounidense también llegó hasta la comunidad de Manguihua Cochapamba Katitawa que pertenece a Salasaka, fue el sitio que Robert escogió para vivir desde el 2007 en que llegó por primera vez a la parroquia.

En este lugar empezó su obra social, construyó una biblioteca, luego ayudó a la remodelación de la Casa Comunal, también impartía enseñanza de idiomas a los niños y jóvenes. Colaboró además con el Centro Intercultural Katitawa.

Por todas esas obras y otras más fue adoptado como si fuera un padre, asegura Laureano Absalón habitante de Manguihua.

A Robert lo despidieron con todos los rituales de un anciano nativo. Las mujeres entregaron sus chumbis o fajas que es señal del cariño que le tuvieron para que los encargados de llevar sobre los hombros el féretro, lo envuelvan.