Estampas del descalabro

Si uno lee la Constitución de la República, en materia de educación, se encuentra con una verborragia tal que, lejos de afianzar su trascendencia, la vuelve vacua, vacía. Cuando el Estado se pone pomposo es porque esconde allí su ineficacia. O su indolencia.

Tres estampas de algunos descalabros que tiene la ineficacia de principios y controles de nuestra universidad. Estampa 1: Adriana y Daniela son adolescentes recién graduadas en un cantón del Guayas. Quieren estudiar Medicina. Dan el examen Ser Bachiller y lo aprueban. Una de ellas consigue un contacto en la universidad, al parecer conocido por lograr que estudiantes ingresen a estudiar esa carrera, “aunque no hayan aprobado el examen”. El padre de Adriana paga $ 4.000 por el ingreso. Pero son tantos los aspirantes a médicos que ninguna consigue el cupo. Ni pagando.

Estampa 2: en un local de la V. E. Estrada, un anuncio ofrece hacer tesis “garantizadas” en 15 días. “Todas las carreras”. Y lo adorna con los logos de varias instituciones, encabezados por el de la Espol, la universidad que pretendió exculpar de plagio al exvicepresidente Jorge Glas y solo logró manchar su brillante hoja de servicios (la de la Espol, obviamente) y enviar un mensaje de aliento a todos los deshonestos que plagian. Ese anuncio, ya sin logos, se replica en una inmensa valla... ¡al frente de la Universidad Estatal! Y ahí está, inmensa e impune, como si fuese una escuela más a la que cualquier estudiante puede acudir. Con garantías.

Estampa 3: una profesora me cuenta que tiene más de 150 alumnos en 3 paralelos y que debe corregir, a veces, más de 300 trabajos académicos. ¿Cómo lo hace? Ella me contesta: “como hacemos todos allí: toca calificar al ojo”.

Cupos que se cotizan, plagios que se ofertan como si se tratase de vender encebollados, clases de 50 o 60 alumnos (que la ley prohíbe)... ¿Esa es la educación superior que nos llevará a la inclusión, el desarrollo y bla bla bla? ¡No! Y está muy lejos de lograr lo que recetaba el gran Nelson Mandela: “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. ¿Cuándo empezamos a cambiar el nuestro?