El espiritu de cuerpo

Se lo sigue llamando así: espíritu de cuerpo, para referirse a esa especial cohesión que aglutina a ciertas entidades o colectividades en búsqueda de una imagen de fortaleza, por antojadiza o errónea que fuere. Lo que importa es la unificación, a cualquier precio. Pero el espíritu de cuerpo tiende a degradarse y se convierte en lo que Nietzsche definió como “espíritu de torpeza”. Aparecieron los líderes enarbolando los dogmas a seguir; surgieron las ideologías y, con ellas, las excusas de quienes se someten a sus postulados e incurren en inaceptables sectarismos. En buena parte del mundo contemporáneo, el espíritu de cuerpo (o de torpeza) ha logrado desorientar a las democracias y ha generado revoluciones condenadas al fracaso como las del siglo XXI.

Fue una muestra del espíritu de cuerpo que exhibió Correa, años atrás, cuando visitó Cuba: emocionado, la calificó de democracia ejemplar, digna de emularse, cuando se sabía contrariamente del sistema brutal y dictatorial que el partido comunista había implantado desde sus inicios, apresando y fusilando en “La Cabaña” a sus enemigos políticos, a quienes no creían como ellos. Despierta por ello nuestra curiosidad el futuro de Cuba luego de la visita de Obama y de su exhortación al pueblo cubano para decidir su propio destino. Sabremos pronto qué ocurrió con la democracia admirada por Correa.

Otra repulsiva muestra de espíritu de cuerpo que debiera abochornar a nuestros revolucionarios dirigentes, es la encubridora adhesión que Maduro, Evo, Correa, Ortega y la misma Rousseff, casi al unísono, han exhibido al garantizar la honorabilidad, sin el necesario conocimiento de causa, de un hombre como Lula da Silva, a quien la Fiscalía brasileña reclama documentadamente la devolución de más de dos mil millones de dólares defraudados a Petrobras con la coincidente participación de nuestra conocida Oderbrecht. Sus vehementes declaraciones no fueron hechas a título personal, como era de rigor, sino extralimitando la calidad de Presidentes de sus respectivas repúblicas.

El juego político se torna simple y llano: Correa se solidariza con Lula, como éste lo hizo con Chávez; Chávez, a su vez, ampara a los Kirchner y éstos, en su momento, secundaron a Evo. La rosca sectaria concibió la creación de un organismo que tuviera una imaginaria jerarquía internacional y nació UNASUR, correspondiendo a nuestro gobierno incurrir en el despilfarro de 45 millones de dólares erigiendo su edificio sede. Todo por el espíritu de cuerpo que en 2008 ya se había puesto de manifiesto cuando Ecuador, Venezuela y Nicaragua rompieron relaciones con Colombia bajo el hipócrita argumento de que se había violado nuestra soberanía territorial. Lo cierto es que las FF.AA. colombianas destruyeron un campamento permanente -sí, permanente- de las FARC en Angostura, dando muerte al segundo hombre de esa organización terrorista y narcotraficante. Fue una acción militar que provocó sollozos en más de uno de nuestros revolucionarios dirigentes.

Basta de ejemplos. Nuestro gobierno no ha dejado de exaltar ese espíritu denunciado. Son constantes sus peticiones al pueblo por su adhesión. Por alguna extraña razón, las raíces de esta conducta se remontan a los tiempos bíblicos, pues en el Evangelio de San Marcos se puede leer un pasaje que se copia al pié de la letra: Jesús habría preguntado su nombre a un endemoniado y la respuesta de éste fue; “ Mi nombre es legión (“multitud”, en otras versiones), porque somos muchos”. Somos muchos, somos más, muchísimos más, resultan ser expresiones con las que estamos familiarizados.

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