Juan Pablo Pozo confirmó que el 5 % de actas que resta por escrutar para la elección de presidente y vicepresidente de la República

De espaldas a la realidad

Una vuelta de tortilla. Pocas horas después de que el mismísimo y retrasadísimo presidente del Consejo Nacional Electoral, Juan Pablo Pozo, declarara la existencia de una segunda vuelta aun negándose a pronunciarlo con todas sus letras, el oficialismo

Una vuelta de tortilla. Pocas horas después de que el mismísimo y retrasadísimo presidente del Consejo Nacional Electoral, Juan Pablo Pozo, declarara la existencia de una segunda vuelta aun negándose a pronunciarlo con todas sus letras, el oficialismo se mueve en otro sentido, uno imprevisto, “fraude”.

Ha sido un giro. Alianza PAIS no sólo admitió estarse preparando para el balotaje, en boca de su encargado electoral Óscar Bonilla, sino que su presidenciable Lenin Moreno hizo, al mediodía, un claro llamado a honrar los resultados “sin importar a quien favorezcan” y “respetar a la instituciones”. El discurso duró poco.

El detonante de ese giro sería la admisión no expresa de una segunda vuelta por parte del máximo vocero del CNE, quien acorralado por la prensa una y otra vez confirmó que “la tendencia es marcada y se ha estabilizado”, que “no es posible” que los resultados se reviertan, que es “matemáticamente imposible” que el resultado no se parezca a esta tendencia, que “habría segunda vuelta”. En fin, cuanto condicional y filtro verbal tuvo a la mano, para decir sin decir lo evidente desde la noche misma de los comicios: Lenín Moreno no alcanza el 40 % de los votos válidos para evitar una segunda elección.

La cadena de ambiguedades, generó una cadena de reacciones críticas, para sorpresa del país, del propio oficialismo. No de cualquier verdeflex, sino de su presidente Rafael Correa, quien rompió el silencio autoimpuesto para asegurar que “si alguien debe hablar de fraude es Alianza PAIS”. Su explicación inicial no resulta novedosa: “infiltrados en el CNE”, soltó a modo de pregunta. Y eso bastó. Desde las 16:00 en que hiciera las declaraciones, el partido de Gobierno ha mostrado aireadamente su desconfianza ante la autoridad electoral que pocas horas antes defendían.

El vicepresidente Jorge Glas, quien ha evitado apariciones públicas desde los comicios, tomó su abandonada cuenta de Twitter para advertir al CNE: “no nos regale ni nos quiten votos”.

Y el propio Lenín Moreno, autodescrito como el candidato del cambio de estilo y la mano tendida, reprochó a Pozo: “el CNE no debe elucubrar sobre tendencias”. Aunque estas sean ya irreversibles.

El primer asambleísta nacional electo de Alianza PAIS José Serrano ha completado el giro de 180 grados con una denuncia formal de “inconsistencias” y un pedido que ya se ha extendido de boca en boca por la mesa oculta del oficialismo: “que cuenten voto a voto”.

El alcance de estos giros, con las calles aún encendidas por ciudadanos sin partido y con partido exigiendo el respeto a la voluntad popular y la declaración inmediata de los resultados, es difícil de calcular. Pero en el horizonte se asoma un claro, y nuevo, choque político: con un oficialismo desconfiando de los resultados, una oposición desconfiando del proceso y convocando a una “gran marcha que hará temblar y con razón a este Gobierno” y unos ciudadanos desconfiando de ambas cosas: el CNE queda atrapado justo en el medio.